Donde está el amor. Capitulo 18: Aquí está el amor

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Aquí está el amor

Hay veces en la vida que te atrapan con los brazos caídos, con el corazón en la mano y los pies cansados, donde tienes  la certeza que dejaste de tener fe. Hay veces en la vida en que te preguntas ¿Qué hago aquí? ¿Hay algo aquí para mí? ¿Merezco algo? ¿Dónde está el amor para mí? ¿Realmente a esto vinimos al mundo?... ¿a sentirnos solos y tristes?

Hay veces en la vida que reniegas tanto de lo que eres, en lo que te has convertido… que cuando el amor está frente tuyo, ese amor dulce, efímero y total, simplemente eres incapaz de verlo. Pero está ahí… frente a ti, mirándote a los ojos, reconociéndote, deseándote… pero tienes tanto miedo y estás tan triste que eres ciega a él.

Finalmente crees en la certeza de las palabras que recorren los oídos, estás tan aferrada a tu tristeza y a tu desesperanza… que las lágrimas no te dejan ver las estrellas.

Y aquí estaba yo… decidiendo dar un paso en mi vida que podría cambiar todo. Subirme a un avión o no. Hacerlo pondría una distancia entre lo único que más había amado y yo, una distancia que a estas alturas, con todo lo que había sucedido finalmente no importaba, porque él ya no estaba. Y no hacerlo implicaba aferrarme a él de alguna manera y no seguir adelante, implicaba comprometerme, encariñarme más de lo que ya estaba y seguir esperando inconscientemente por algo que jamás llegaría.

Y era una decisión que ya había retrasado mucho, más de lo que mi desesperación podía soportar.

Sentada en el suelo, contra la pared cercana a los baños del aeropuerto, miré mi celular por décima vez desde que había llegado hacía una hora. Con mi dedo pulgar pulsé el botón de rellamada y esperé… sabía que era inútil, era el único número que tenía vinculado a Emmett Mc Carty y lo había obtenido revolviendo algunos papeles en la oficina de Alice. Pero tenía que probar porque… Dios… no podía evitar aferrarme a una última esperanza. Tenía que saber y no dar todo por perdido, aunque sea comunicarme con él y que de sus propios labios salga la confirmación de que… el cabo Masen era un soldado caído.

“Primera llamada para el vuelo n°214 de la línea “America Airlines”, con vuelo directo   hacia  la ciudad de Washington, Estados Unidos” mi cuerpo se sobresaltó con la voz de la mujer en los altoparlantes y supe que era hora de decidir “se les solicita a todos los pasajeros presentarse en la plataforma 9 para abordar, muchas gracias.”

Cerré los ojos tomando una respiración profunda que dolía entre mis costillas, dolía en el corazón. No había avisado a mis padres de mi llegado, por lo que de alguna manera iba a ser una sorpresa verme en la puerta de la casa tan solo con una mochila como equipaje.

No tenía muchas pertenencias en el refugio de la ACNUR. A demás de mi laptop y mi cámara de fotos, solo llevaba  tres jeans y un pantalón de chándal, ropa interior y unas cuantas remeras, entre las que estaban la que Alice me regaló para que no la olvidara, la blanca que tenía el emblema de la Organización en el pecho, las manos celestes formando el techo de un hogar. Acompañada de las palabras certeras que Alice había compartido conmigo cuando, luego de llorar y patalear por mi decisión, me había abrazado resignada “Recuerda siempre esto Bella, una vez que vistes la camiseta de la Acnur, no te la sacas nunca, siempre serás voluntaria, siempre tendrás la mano fuerte para ayudar a quien lo necesite… siempre serás una de nosotros.”

Nunca dejaría de serlo… porque mi corazón era ahora el refugio de todas aquellas personas que había tenido el privilegio de conocer.

Sequé las lágrimas que caían a raudales por mi mejilla y miré mi celular nuevamente, era consciente que la puerta de la plataforma 9 estaba esperando para que yo la atravesase, pero mis piernas no querían responder, necesitaba un empujón para levantarme y caminar… y nadie estaba allí para dármelo. Había decidido venir sola, no dejé que ni Alice ni Alex me acompañaran, no me gustaban las despedidas y Jacob finalmente había dejado Túnez semanas atrás.

Estaba sola… aguardando ¿qué?. Aferrándome a nada.

El mismo tono de “ocupado” sonaba en la línea, ahora… no sabía si era porque realmente la línea estaba ocupada o porque el teléfono estaba fuera de servicio, supuse que no en todos los países las líneas de celulares daban las mismas señales. A demás… estaba haciendo una llamada internacional, aún era más difícil de hacer.

“Segunda  llamada para el vuelo n°214 de la línea “America Airlines”, con vuelo directo   hacia  la ciudad de Washington, Estados Unidos. Se les solicita a todos los pasajeros presentarse en la plataforma 9 para abordar, muchas gracias.”

Maldición…

Dejé caer mi rostro sobre mis manos, ocultando mi cuerpo tras mis piernas flexionadas y queriéndome hacer un ovillo para no ser vista. Mis manos temblorosas ahogaron un sollozo lastimero y resoplé para poder respirar, parecía que mis pulmones estaban a punto de estallar junto con mi corazón que tronaba en mi pecho como las alas de un colibrí.

Levántate y anda…

Maldición Bella… levántate y anda!.

Déjalo ir…

Sequé mis mejillas con los puños de la sudadera que llevaba puesta, que estaba más que húmeda por tanto que habían sido usadas para el mismo propósito. Resoplé y respiré hondo… y alcé la cabeza. 

De todas las personas que pasaban por allí nadie parecía prestar atención a la patética americana que parecía querer fundirse con el suelo en aquél rincón, nadie… excepto una persona.

Alguien que llamó mi atención, porque de entre toda la gente que pasaba como un borrón de aire, él se mantenía estático, parado a unos metros de mí, en medio de esa marea de personas que caminaban apresuradas.

Alguien que me miraba de tal manera que hacía saltar mi corazón… que hacía desaparecer a los demás, que acallaba la voz de la locutora del altavoz para anunciar la última llamada del vuelo 214.

Alguien de ojos verdes… que vestía de militar.

Oh Dios…

Alguien que había visto mirarme desde la fotografía que por semanas y semanas había conservado sobre la mesa de noche de mi habitación.

Mi respiración se volvió errática y mis ojos se abrieron en reconocimiento…

No podía ser…

Alguien que me había cedido su chaleco antibalas para protegerme antes de sacarme del mismísimo infierno.

Mis piernas reaccionaron y podía sentir el empujón que necesitaba, no… no estaba sola. Nunca lo estuve, que locura… siempre estuvo él.

Cielos…

El mismo alguien que a través de correspondencia y llamadas telefónicas, se ganó mi corazón…

_Edward_ susurré tambaleándome mientras un nuevo torrente de lágrimas surcaba mis mejillas. Parpadeé varias veces solo para asegurarme de que en realidad todo no era un espejismo que mi mente armaba, una simple alucinación. Porque no podía ser cierto… no podía mirarme así, con tanto anhelo, tristeza, ternura, satisfacción… amor.

Era imposible que alguien me mirara con la intensidad abrumadora con la que él me miraba.

Di un paso hacia él mientras veía cómo de su boca se formaba una palabra… “Bella”, que hizo detenerme y sentir mis piernas débiles una vez más. Sonreí entre lágrimas mientras un quejido acongojado abandonaba mis labios y no pude más, mis piernas fallaron, lo que me hizo sostenerme de la pared que tenía detrás.

 Él pareció reaccionar… y su cuerpo se descongeló, dando tres o cuatro zancadas hacia mí, sorteando a las personas que por allí pasaban. Y al fin… sus manos sostuvieron mi cintura, elevándome hacia su cuerpo para fundirme en un abrazo desesperado.

_Bella_ gimió con la garganta apretada mientras mis sentidos todos, me decían que espabile!... que allí estaba él, que había ido por mí. Así que alcé mis brazos y lo abracé para no soltarlo jamás.

Mi hombre, mí soldado… mi Edward.

Al fin lo veía, al fin lo tenía, al fin podía sentirlo abrazar mi piel, llenarme de él, al fin podía respirar. Porque él había salido indemne, porque el destino se había encargado de jugar con nuestras mentes.

_Bella_ su cálido aliento hizo cosquillas en mi piel, en mi cuello donde sus lágrimas mojaban como un agua bendita _Bella… Bella_ no podía dejar de repetir entre sus respiraciones erráticas.

_Estas bien_ dije en un susurro, mi garganta parecía abrazada por granos de arena, por el llanto. _Oh cielos, Edward… ¿estás bien?_  sentía ganas abrumadoras de soltarme y palpar su cuerpo en busca de algún vendaje, alguna herida, algo que me dijera que no todo era tan perfecto como parecía.

_Si mi amor, estoy bien, estoy bien Bella_ dijo sin dejar de apretarme contra su cuerpo. Sentía su respiración agitada contra mi oído tratando de retener su llanto, casi con desesperación, con ansiedad, con jadeos audibles.

_Pensé… que… Edward, me llegó tu carta… yo pensé que…_

_Lo sé, lo sé preciosa_ finalmente él soltó su agarré sobre mi cuerpo y me separó ligeramente aún sosteniéndome de la cintura. _Lo sé, lo sé… fue un error, nunca debí haberla escrito, nunca debió llegar a ti cariño._ mi cuerpo temblaba al escuchar sus palabras, me debilitaba y me hacía fuerte a la vez, él tenía un poder sobre mí, un poder que nadie más tenía y que solo lo daba el amor. _No hablemos de eso… no ahora_

Éramos un desastre… respiraciones agitadas, sudor, lágrimas, ojos rojos, el temblor en nuestras manos. Ambos en las mismas condiciones.

Su frente terminó apoyada en la mía mientras nuestros ojos se trabaron en una única mirada.

Oh por Dios! Sentía una oleada de emoción, por fin estaba mirando directamente a esos ojos verdes.

_Aún más preciosa a cómo te recordaba_ susurró acariciando con su dedo pulgar mi mejilla mojada, sus ojos embelesados recorriendo cada centímetro de mi rostro.

_Y tú, tu rostro está limpio_ dije sonriendo mientras las puntas de mis dedos acariciaban lentamente su afilada mandíbula. La única vez que lo había visto su rostro tenía algunas manchas de polvo y hollín. Subí mi mano despacio hasta tocar ese cobrizo cabello corto que no había podido ver aquella vez, por el casco.

Él eres un ser hermoso.

_Me siento completo ahora_ dijo cerrando los ojos con alivio _todo Bella, todo valió la pena solo por ti._

Sonreí cerrando los ojos… solo porque yo tenía lo mismo que decir. Todo había valido la pena, solo por él.

Y entonces mi mundo se completó cuando sentí sus labios rosando los míos, con cautela, con cierto miedo. ¿Por qué? Si yo lo había anhelado tanto durante tanto tiempo. Me alcé de puntillas y con mis labios en los suyos, le pedí que no tuviera miedo.

Mis manos se alzaron rodeando su cuello cuando el beso se fue profundizando, su lengua cálida y dulce se hacía una con la mía y nuestros gemidos de satisfacción se mezclaron en nuestras bocas ansiosas, sus manos apretaron mi cintura hasta elevarme hacia su pecho una vez más y el mundo seguía a nuestro alrededor, refugiados, soldados peleando en guerras que no les pertenecían, líderes buscando el bienestar de otros países y líderes buscando lo contrario, queriendo conquistar por distintos intereses, hambruna, voluntarios queriendo ayudar a veces sin ser suficientes, a veces con las manos vacías.

¿Dónde está el amor?... el amor al fin estaba en mis brazos. 

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Aaaauuuuuu al fin!!!!! me seco la lágrima que derramé al escribirlo. Gracias a todas mis niñas, las amo!!! Esto seigue he... aqui no termina, pero esto ya fue un alivio. Besos!!!