En el nombre del padre, Capitulo 18: Nuestra sangre

Tweet

Nuestra sangre

--¿Cómo le llamaras si es niña?— pregunté mientras mi mano acariciaba rezagante el vientre apenas visible de mi amiga, ella se encogió de hombros y recostó su cabeza contra el respaldo del sofá.

--Jake pensaba ponerle Charles si era niño, Charles Williams Black—su mirada hacia a mi se había tornado vacilante, con razón, porque en cuento escuché su nombre mi cuerpo se tensó como una cuerda.

--Charles—susurré mirando su pequeño vuelto, como si pudiera verlo allí dentro creciendo y formándose, por alguna razón, que ese bebé llevara el nombre de mi padre, trajo muchos recuerdos y emociones que creí haber sepultado. Mi mente inconscientemente lo relacionaba con otro niño que llevaba el nombre de su padre.

--Hum… si quieres, si te molesta, puedo hablar con Jake…--

--No!—detuve sus palabras equivocadas por su mal interpretación, el cúmulo de esas emociones que habían comenzado a aflorar desde el momento en que había pisado Forks, pugnaban por salir a la superficie. Tragué saliva y mordí mis lágrimas, --me encanta, Charles—acaricié la palabra una vez más antes de romper en una enorme sonrisa hacia mi amiga, que suspiró aliviada –pero desde ya más vale que vayas sabiendo que será mi sobrino consentido y mi ahijado—murmuré levantando mi dedo índice.

--Hecho—sonrió Leah. Dejé de sonreír de golpe y la miré --¿y si es niña?—

Ella acarició su pequeño vientre abultado y por un segundo, solo un ínfimo segundo me imaginé que yo podía ser capaz de eso algún día… un bebé. –Amanda, Jake eligió los de varón y yo las de niña, Amanda Isabella Black—

--Oh dios—susurré en un hilo de voz. Si antes, con Charlie casi colapsé, con Isabella… terminé de derrumbarme –Leah— sin vacilaciones me incliné hacia mi amiga para abrazarla como si no hubiera mañana. Las lágrimas corrían por mi mejilla y casi sentía que me ahogaba, necesitaba tanto desahogarme, no había llorado lo suficiente por la muerte de papá, no había llorado lo suficiente por la locura de mamá, no había llorado lo suficiente por… mi ángel, y definitivamente me negaba a llorar por Edward. Él sin duda era algo que debía dejar atrás y tratar de olvidar.

--Shh… Bella—Leah susurró en mi oído, acariciando mi espalda con sus manos. –Llora nena, llora… estas en casa, desahógate—

--Leah, no puedo… tu bebé—mascullé escondiendo mi rostro en su hombro, ella palmeó mi espalda,

--Claro que puedes, nunca lo has hecho como debiste haberlo hecho. Siempre pusiste a alguien primero, cuando ya no tenías a quién poner primero, le diste prioridad a ese plan de venganza que no te dejó avanzar. Déjalo Bella…la vida se encargará de hacerle pagar, no tú, tú solo te amargaras más si te empeñas en eso. ¿Sabes qué?... yo sí creo en el karma, y sé que es una perra—

--No es suficiente—dije levantando mi rostro para secar mis lágrimas. –Quiero que sienta lo que ella sintió, quiero que sienta que su corazón se rompa, quiero que sienta lo que es ser engañado, quiero que sufra—

Leah me miró con pena brillando en los ojos, no quería que me mirara a los ojos así, no quería que sus sentimientos por mí fuesen lástima.  Quería respirar en paz por dios, saber que quien tenía que pagar había pagado, que quién tenía que llorar había llorado, quería ir a la cama sabiendo que no iba a poder devolver la vida a papá, ni la cordura a mamá, pero que al menos parte de su sufrimiento sería recompensado.

--¿Qué pasará con Edward?—preguntó ella. Un par de días atrás, la noche en que llegué, habíamos dormido en mi cama, las tres… Alice, Leah y yo, charlamos, comimos palomitas y miramos un par de películas. Cuando terminó tuve que contarle con detalles mi relación con Edward, cosas que solo Alice sabía. Leah estaba aturdida, si… mi relación con Edward había avanzado más allá de lo impensado, quizá más de lo que esperaba, porque Dios sabía que yo de él solo esperaba buenos momentos juntos, buen sexo, nada en profundidad, pero con el pasar del tiempo, me enamoré… y todo se fue a la mierda. Mis sentimientos no me dejaron avanzar con él y tuve que darle un cierre a todo contándole, quizá consciente de que él no iba a apoyarme y que huiría solo de mi vida. Les conté como se me rompió el corazón cuando lo vi del brazo de esa tan Tanya, de cómo él hizo el último esfuerzo en buscarme, seducirme, convencerme, desesperado, hambriento… y cómo se había alejado, resignado, cansado.

Me tocaba a mí ahora resignarme a no tenerlo nunca más en mi vida, nunca sería posible, me odiaba… él no entendía porque quería hacerle eso a su padre, él lo defendía y no lo culpaba, si algún día tuviera un hijo… me gustaría que me defendiese como él lo hace con su padre a pesar de todos los defectos.

Si algún día tuviera un hijo…

Ja!... había tanto resentimiento en mí, rabia, odio, frustración, no era digna de un hijo… no deseaba que ningún pequeño niño anduviera con mis propias cargas sobre sus espaldas, con mis miedos, mis culpas, mi odio… no, ningún hijo mío vendría a pagar por lo que sus padres hicieran. Suficiente conmigo, cargando los errores de mis padres, suficiente.

--Lo olvidaré, sé que sanaré y costará… porque duele como la puta madre nena, pero sanaré— murmuré con fuerza, aunque por dentro ese pensamiento me estaba destrozando.

--Oh linda…-- nuevamente abracé a Leah pero reprimí mis lágrimas.

Mi teléfono comenzó a sonar en algún lugar de la estancia de Leah, me paré del sofá y fui hasta mi bolso colgado a un lado de la escalera. Lo saqué y miré el nombre en la pantalla, suspiré agotada. Carlisle había llamado cada día desde que había llegado. Cada día intentando obtener mi perdón, cada día que yo aprovechaba a tomar distancia, retomar fuerzas que cada vez eran más difíciles de retener, recordar por qué estaba haciendo todo esto y seguir. Sin importar las consecuencias. Pero él no me dejaba, él era tan perseverante, tan abrumador, que por un momento pensé en apagar mi celular y esconderlo hasta que llegara el día que tuviera que irme. No lo hice… no sé por qué.

--Carlisle—dije sin emociones.

 --Bella, mi amor… ¿cómo estás?—al igual que los últimos días, su voz sonaba cautelosa, cuidadosa.

--Bien, estoy en casa de unos amigos— murmuré cuidando de no dejarme descubrir. Para Carlisle estaba en Seattle, en la antigua casa de mis padres, en la que vivía una amiga de mi madre y su familia. No creía que lo hiciera, yo le había pedido tiempo y espacio, pero no descartaba la posibilidad de que apareciera de improvisto en Seattle queriendo verme. En ese caso, siempre podía decirle que había salido de Seattle a un pueblo cercano a visitar a algunos amigos. Esperaba no llegar a eso.

--Bien, veo que estas disfrutando tus vacaciones, solo… solo quería saber cómo te encontrabas amor. Te extraño… y aún estoy muy apenado por lo que sucedió—murmuró pareciendo realmente afligido.

--Yo también estoy apenada y aún necesito tiempo, tenme paciencia Carlisle, quiero pasar lo que resta de mis vacaciones tranquila—

--¿Cuándo vendrás? Quiero hacer algo especial por tu cumpleaños—

Suspiré tratando de mantener la paciencia. Él era todo un conquistador y un seductor nato, lo había hecho… en un principio pude verificar con mis propios ojos que todo lo que se decía de él era cierto. Incluso me confundió. Pero yo sabía con quién trataba… sabía que parte de su fama se debía a saber conquistar a una mujer con éxito, lo había visto con mis propios ojos, René había caído bajo su influjo y realmente la entendía , él era lo que toda mujer querría. Yo lo culpaba a él, solo a él, por no tener escrúpulos, por no hacerse cargo de sus actos y afrontar las consecuencias, lo culpo de hacer que mi familia se rompiera y se destruyera, lo culpo por mi vida hecho un caos y a mi madre la culpaba por no respetarnos y haberse unido a su juego sin pensar en nosotros.

Pero no la culpaba de amarlo, porque yo misma no me culpaba de amar a Edward.

_Carlisle, tengo una semana de vacaciones, solo llevo aquí tres días—dije casi suplicante.

--Tres días que ya te extraño—replicó él cansinamente, suspiré largando el aire suavemente –te entiendo Bella, aún… no me explico cómo fui capaz de hacer lo que hice, lo siento, lo siento tanto, por mi estupidez quieres estar lejos de mí ahora. Nunca tomo de más por dios santo…--

--Carlisle te tengo que colgar. Estoy con Alice y una amiga—

--Lo sé, bien… no te molesto más—rió nervioso… ¿nervioso? –Te amo Bella—

¿Realmente me amaba? ¿Realmente había logrado que sucediera eso?... cielos… su amor era tumultuoso y abrumador. ¿Me preguntaba si alguna vez había amado antes?

--Yo también—respondí cerrando los ojos. Mi corazón gritaba “No!, mentira!”, mi mente asentía de acuerdo a mis palabras.

Volví a la sala en el momento exacto en que Jake y Alice entraban por la puerta principal trayendo en sus manos bolsas y bolsas de alimentos. Exageradamente Alice.

--Cupcakes para todos!—gritó alice alzando una bolsa para colocarla sobre la mesa de café. –No los hice yo… -- rodó los ojos y se alzó de hombros –pero funcionará para la mujer embarazada.

--Alice!—gritamos Leah y yo.

--¿Bella?—miré a Jake que estaba acariciando los hombros de su esposa y sonreí alzando las cejas --¿podemos hablar un par de minutos?—

--Claro—murmuré entusiasmada, aunque mi gesto cayó cuando vi la seriedad en su rostro. Él besó a Leah en la frente, que por su mirada cautelosa, supe que sabía de qué quería hablarme Jake y salió por la puerta trasera de la casa. Lo seguí.

Detrás de la casa de los Black, el bosque típico de Forks y de los alrededores de la península Olimpia, se abría paso como el paisaje predominante. Jake, tenía un trozo de ese paisaje en el patio trasero de su casa, unas coníferas, un pequeño prado natural y mantenido por Leah y un pequeño estanque de agua cristalina que bajaba de las altas montañas en forma de un pequeño manantial. Cuando era pequeña soñaba con construir una casa en medio del bosque, lo amaba, podía caminar y caminar kilómetros enteros sin cansarme demasiado, aunque volviera a casa algunas veces luciendo algún que otro cardenal. Todo tan verde todo… tan natural. Todo lo contrario al gris de la ciudad, la jungla de cemento como solía llamar a Nueva York, Emily.

Jake se detuvo cuando llegó a la altura de un par de bancos de madera que el mismo Billy había creado con troncos caídos. Él se sentó y yo me senté a su lado. Juntos admirábamos el paisaje detrás de los kilómetros y kilómetros de coníferas que se extendían más allá de nuestros ojos, las montañas nevadas era un marco espectacular. Amaba venir a reconciliarme conmigo misma en este lugar, nunca me cansaría de Forks, aunque fuese un lugar que traía a mi mente recuerdos extremadamente dolorosos.

--Estaba pensando en ir a Port Ángeles mañana—dijo mirando aún hacia adelante. Mierda… sabía por qué lo decía, crucé mis piernas debajo de mí, sobre el asiento –Quiero comprar madera de la buena, para hacer la cuna del bebé—sonrió volteando a mirarme.

--Me… parece bien—dije asintiendo despacio.

--También quiero poder comprar uno de esos guantes de beisbol diminutos para niños y la pelota—rió entre dientes mostrando su blanca dentadura.

--Y yo compraré un pequeño vestidito, de esos diminutos…-- sonreí mirándolo, él me miró horrorizado por un segundo, para negar sonriendo luego.

--¿Piensas vestir a mi hija con vestidos rosas, ponerle labia y zapatitos de tacón?... ni loco Bella—dijo a modo de advertencia.

--No haré eso, tonto. Ella tiene que ser única, fascinante y original. No un estereotipo de chica americana— choqué su hombro con el mío. Él rio asintiendo con orgullo.

--La llevaré a escalar montañas, no importa si fuera niña, haré las mismas cosas solo que con más delicadeza. Le enseñaré a tomar fotografías, a leer como le gusta a su tía—me guiñó un ojo –le enseñaré a modelar madera, a hacer estanques como su madre—

--Tendrás hijos hermosos Black—dije con cierta nostalgia por algo que no tenía y que nunca llegaría.

--Bella—dijo mirando sus manos, volviéndose serio nuevamente.

--Se lo que vas a decir, vas a Port ángeles mañana, esperas que vaya contigo para ver a mamá—dije mirando el paisaje frente a mí nuevamente, extendí un poco mis mangas del suéter para cubrir mis manos en puños, el aire estaba volviéndose frío.

--Tienes que verla, Bella. Según el reporte que recibe Sue cada semana, ella está más delgada y no quiere comer…tal vez… tal vez te extraña— dijo reticente.

--Yo no le importo Jake, ella no llora por nosotros, Charlie y su hija… ella llora por quiénes amo antes de perder su mente— dije con tono de reproche en mi voz, mierda… luego de tantos años aún dolía.

--Y tú fuiste uno de aquellos que perdió—insistió. Cerré los ojos y me dejé embriagar por esas palabras… si tan solo mamá me recordara. Si tan solo yo significara algo para ella. Si tan solo mamá dijera mi nombre al verme. Nunca, nunca en seis años lo hizo. –prueba Bella, hace mucho que no la ves… prueba y ve qué sucede—

--No va a funcionar—dije mirando mi regazo, un hilo suelto de mi suéter fue a parar a mis manos.

--¿Y si esta vez si funciona?—insistió –no te quedes con la duda bella, ve—

Suspiré audiblemente y me mordí el labio, tal vez ella inconscientemente me dé un empujón hacia lo que quería hacer, tal vez ella no me de nada y me dé mucho al mismo tiempo, fuerza, incentivo, ímpetu, coraje.

Miré a Jake y asentí ausentemente,

--¿A qué hora sales?—dije entre dientes. Él sonrió.

--Bella, estoy orgulloso de ti—murmuró abrazándome por los hombros y palmeó mi brazo –tal vez mañana sea día de milagros—

No quería ilusionarme, por lo que no dije nada… lo haría, pero iba con la desilusión formada tanto en mi cabeza como en mi corazón.

*o*

 --Eres tan hermosa—su mano acarició lánguidamente mi columna vertebral, desde el inicio debajo de mi nuca, hasta el final, en mi coxis.  Recorriendo vertebra por vertebra y deteniéndose solo para dejar un beso al final de mi espalda, donde iniciaba el pliegue entre mis nalgas. –Quiero pintarte en un lienzo… así como estas—él trazó con un dedo una línea ondulante en uno de los laterales de mi cadera.

Gemí cuando su dedo rodeó por debajo de mi culo y su otra mano separó un poco mis piernas, dejándome expuesta, servida para él. Oí un gemido mezclado con un gruñido y alcé un poco mi cadera porque… maldición, estaba tan excitada que quería frotarme contra el colchón.

--Oh si… quiero pintarte, no voy a parar hasta hacerlo mi amor—su voz flotó hasta mí venciendo mi nube de lujuria inducida, gemí en acuerdo y dejé que él me tocara, sus dedos marcaban senderos por mi piel y me gustaba tanto que quería quemarme.

--Edward—gemí cuando sentí sus labios recorriendo la extensión de mi espalda. Bajando, bajando… acercándose al punto de mi cuerpo que estaba por estallar. Grité como un lamento cuando sentí la punta de su lengua en mi baja espalda, mi piel era un lienzo cargado de terminales receptoras, estaba muy sensible.

--Mmm… sabes a vainilla y fresas—su lengua siguió recorriendo mi espalda cada vez más abajo y quería morir, pero morir de placer, de deseo, él me estaba provocando y yo estaba respondiendo.

Me aferré a las sábanas debajo de mí cuando lo sentí, su lengua recorriendo entre mis nalgas, húmeda, caliente e insistente, mi cuerpo entero se tensó cuando hizo círculos en mi abertura trasera, una y otra vez hasta que entró moviéndose como si estuviera invistiéndome… oh por dios, nunca, nunca, me habían tocado de esa manera, pero Edward era capaz de hacerlo y con solo ese acto estaba demostrándome cuanto me deseaba.

--Quiero cogerte ahí Bella—dijo con voz gruesa –quiero hacerte gritar, quiero que me tomes, dolorosamente apretada, quiero marcar cada abertura de tu cuerpo amor… quiero que él sepa que me perteneces—

--Te pertenezco—dije mezclado con un gemido –soy tuya, no importa qué…--

--No importa qué—repitió él antes de hundir su lengua entre mis pliegues, grité sobre el colchón, me estaba desarmando en pedazos en sus manos. –No importa cuando… cómo… eres mía—dijo entre cada lametón.

La seguridad en su voz era tanta que casi podía asegurar que fue una sentencia, una sentencia… yo era suya, no había discusión sobre eso.

--Edward!—grité segundos después cuando sentí la punta de su pene en mi entrada y de un solo golpe invadió mi interior, dios… quería llorar, quería gritar, él estaba ahí, haciéndome suya y yo estaba feliz de ello, quería pertenecerle, quería ser marcada por él.

Sus envestidas fueron rápidas, rudas e intensas, una tras las otra, cada vez más dentro mío como si eso fuese posible. Mis gemidos se mezclaron en el aire con sus gruñidos, sentí su mano tomando mi cabello en la nuca y tiró de él, mi cabeza se alzó mientras las envestidas eran cada vez más frenéticas.

--Mía—rugió –mía, mía, mía!—su voz tronaba en mi oído y mis piernas comenzaron a temblar.

--Mía—su voz cambió, más reverente, satisfecha y distinta, él siguió envistiéndome… sus manos hicieron presión en mi piel, pero era ahora una presión dolorosa. –Mía Isabella!—

Ahogué un grito y mis ojos se abrieron aplazando todo vestigio de placer que había estado sintiendo, no era… no era su voz, no…

--Como tu madre… mía!—

Oh dios… quise separarme, mis ojos se llenaron de lágrimas y miré sobre mi hombro. Y lo vi. La cara desquiciada del hombre que más odiaba, su cabello revuelto y la furia en sus ojos. Carlisle.

--No… no—grité tratando de zafarme, pero sus manos solo me sostuvieron más fuerte invadiendo mi interior, mis mejillas se lavaron en lágrimas. Asqueada y asustada me revolví inútilmente para alejarlo, no fue posible… él me estaba tomando.

--¿Eso era lo que buscabas?—gimió en mi oído cuando tiró de mi cabello hacia él, el dolor punzó sobre mi cuero cabelludo –¿que te cogiera como a la puta de tu madre?—

--¡¡No!!—grité abriendo los ojos. El aire no era suficiente, parecía como si un par de manos invisibles estuvieran apretando mi garganta impidiéndome respirar. –Ahh—jadeé levantándome de la cama y toando mi pecho, maldición…

Había tenido ataque de pánico cuando todo sucedió, pero había remitidos un par de años después tornándose en episodios aislados y lejanos, no había tenido uno desde mi primer año en la universidad.

Y aquí estaba yo, respirando o tratando de hacerlo para salvar mi vida, luego de una horrible pesadilla.

--¿Bella?—a la voz le siguió unos golpes en la puerta, sabía que había gritado y que las paredes de la casa de Leah eran tan delgadas como para dejar pasar mi voz angustiada y asustarlos.

--Estoy bien Alice—dije entre jadeos.

Ella abrió la puerta y entró, sentí las pisadas porque mi cuerpo estaba doblado en dos, mi cabeza entre mis rodillas, en la orilla de mi cama.

--Oh Bella… respira—

--Estoy bien_ dije levantando mi cabeza, sentía la traspiración pegajosa en mi piel y la sensación de inmenso realismo con ese sueño, oh dios… aún podía sentir los dedos de Carlilse apretando mis caderas, hundiéndose como garras en mi piel. –Solo fue un mal sueño--

--Nos asustaste, Leah y yo estamos haciendo el desayuno…-- suspiró acariciando mi cabello, ella había vivido cada episodio de pánico en mi adolescencia y era ante quién mayor número de veces me rompía. Ella me había visto llorar de impotencia, rabia y odio, ella me había sostenido cuando cada cosa sucedió –Tienes que prepararte, Jake dijo que iras con él a Port Ángeles—

--Si, me daré una ducha y me vestiré—cerré los ojos y apreté mis dientes –tengo miedo Al—

--Lo sé cariño, lo sé… pero tal vez Jake tenga razón y René… te sienta— dijo con tristeza.

--No lo sé, no fue capaz de hacerlo hace un par de meses, no creo que pueda ser capaz de hacerlo ahora—

--Ten fe—dijo ella con una leve sonrisa

--La tengo--  mascullé.

Luego de eso me fui a tomar un baño y vestirme con un par de jeans ajustados azules, un suéter de cachemira de un azul más claro y botas sin taco. Leah había preparado un desayuno digno de reyes, pero yo solo pude comer un poco de huevos, una tostada con mermelada y un poco de jugo acompañado de mi café extra fuerte.

Jake tomó las lleves de su camioneta mientras yo le daba un último sorbo a mi café, alcé la mirada y él estaba besando a Leah en la entrada, despidiéndose. Sonreí suavemente cuando se puso en cuclillas y besó el vientre poco abultado de mi amiga.

--¿Estas lista?—Alice preguntó colocándose su abrigo. Fruncí el ceño.

--¿Vienes?—pregunté tomando mi bolso

Ella rodó los ojos, --Obvio nena, también quiero ver a René, mi madre le envía un par de cosas—tocó su bolso sonriendo.

Asentí y fui hasta Leah, la abracé y como Jake saludé a mi ahijado y sobrino con un besito en el tope de su barriga. Salimos hacia el exterior, el día nublado nos dio la bienvenida y algunas gotas cayeron sobre nosotros antes de subir a la camioneta.

Suspiré y traté de calmarme cuando Jake tomó la carretera hacia Port Ángeles. Iba a ser un día intenso.

*o*

--Isabella!—volteé al oír mi nombre y me petrifiqué al sentir como un dejavu, Carmen Stevenson, la doctora de René, me miraba con una suave sonrisa en sus labios. –Que bueno tenerte aquí de nuevo—

--Hola Carmen—murmuré acercándome a corresponder su abrazo --¿cómo estas ella?—

Carmen me miró a mí, a Alice y luego a Jake –por favor, pasen a mi consultorio—

La seguimos hasta una sala que claramente era su despacho, tomamos asientos en los sillones de cuero y Carmen se sentó frente a nosotros.

--Bien… veras—juntó sus manos frente a ella y nos miró con cautela –René a estado bien, la mayor parte del tiempo. Aunque ha remitido a episodios depresivos que nos tuvieron al pendiente de ella—

--¿Qué… qué tipo de episodios?—dije vacilante, no sabía si quería ori o salir de allí.

--Ha tratado de suicidarse en dos ocasiones—

Me senté contra el respaldo de la silla aturdida, ¿por qué no me habían dicho nada de eso?. Volteé a ver a Jake, que me devolvía la mirada con cautela,

--Recibí los informes, pero no me pareció justo informarte cuando solo fueron hechos aislados, Bella… hablemos de esto en casa—

Miré de nuevo a Carmen, --¿Cómo fueron esos episodios?—

--En una ocasión se escapó a la azotea del hospital, tuvimos que sedarla luego de encontrarla mirando al vacío. En otra ocasión, rompió en tiras una sábana he hizo una especie de cuerda que colgó de la cañería del baño… la detuvimos, pero estuvimos alerta a ella, estuvo sedada varios días--

 Asentí, --Quiero verla, solo un momento por favor—

--Por supuesto Isabella, déjame llamar acompañarte, aunque solo por precaución y para no agravar su estado de confusión, deberás entrar solo tú—

--No hay problema—Alice dijo sin dudar, ella volteó a mi y sacó un paquete pequeño de su bolso –Bella, toma, dale esto a Rene… es un regalo de Esme y mío—

--Gracias Al, se lo daré—dije antes de levantarme de mi silla. Toqué el hombro de Jake, se veía afligido, me miró y le sonreí apaciguándolo, en casa hablaríamos aunque sabía por qué él no quería abrumarme con los problemas de mamá, maldición… suficiente era que ellos hubieran quedado a cargo de ella mientras yo estaba lejos.

Seguí a Carmen por el corredor hasta el área de residentes, allí fuimos por varios pasillos en los que pude observar guardias de seguridad en cada final de corredor, no entendía cómo mamá había logrado pasar desapercibida cuando subió a la azotea.

Carmen se detuvo frente a la misma puerta que recordaba de mi visita anterior hacía unos meses, ella golpeó y abrió a los pocos segundos. Mamá estaba sentada en la orilla de su cama, su cabello estaba largo y caía como suaves ondas por debajo de los hombros, su mirada fija en la ventana me dio a entender que o no nos había oído entrar o no era consiente de que estábamos en la habitación.

--René, mira a quién tengo aquí—Carmen se adelantó y levantó las persianas americanas que tapaban la vista al exterior. –Es Bella, te vino a visitar—

Carmen me hizo una seña para que me acercara, lo hice y me senté en una de las sillas enfrente de la cama, mamá no apartó la mirada de la ventana.

--Hola…ma—dije incomoda, no la había llamado mamá desde que ella hizo lo que hizo. –Soy Bella… vengo a ver como estas—

Ella no desvió su mirada, esta vez ni siquiera me miró. Estuvo un par de segundos casi petrificada en su lugar, solo mirando a la ventana, no le veía sentido hablarle, ella no me escucharía, sin embargo la necesidad de hacerlo crecía en mí. A veces no me daba cuenta de lo mucho que necesitaba a mi mamá. A pesar de todo, la amaba y no podía hacer nada contra ello.

--Mira—dije sonriendo suavemente, ella no se inmutó, saqué el paquete que Alice me había dado para ella y  se lo tendí –Esto es de parte de Esme y Alice ¿las recuerdas?— rasgué el papel y saqué de su interior tres pañoletas de seda fina. –Oh… son hermosas, te gustará usarlas cuando el aire este frio y puedas salir al jardín—

Extendí las telas frente a su cara pero ella no desvió la mirada, cielos… era tan doloroso. Mi propia madre no me oía, no quería saber de mí, metida y relegada a su mundo interior. En momentos como este odiaba a Carlisle mas que nunca, la frustración me abrumaba y quería solo ir a el y gritarle cada uno de sus errores, hacerle daño, mucho daño, romper su corazón y dañar su mundo como él había hecho conmigo.

Reprimí las lágrimas y tomé una respiración profunda… me levanté del suelo y besé su frente, ella olía aún a como solía oler, vainilla, rosas y sol.

--Te amo mamá—murmuré acariciando su cabello. Me aparté de ella y cuando tomé el pomo de la puerta me paralicé,

--Thomas—dijo en un hilo de voz. Volteé a verla con los ojos abiertos de par en par, ella había hablado. Carmen que aún estaba en la habitación conmigo, se acercó a ella y se puso de cuclillas a su lado tomándole la mano. Ella nunca hablaba, mamá nunca lo hacía. ¿Por qué ahora había dicho su nombre? Ella nunca lo había nombrado…

--¿René?--

Esperó que ella hablara así como lo hice yo paralizada en mi lugar, pero mamá no dijo nada más. Ella se había encerrado en esa burbuja en la que solía encerrarse.

--Ella suele hacerlo—murmuró Carmen –pasa de la realidad a la abstracción en su propio mundo en los momentos menos esperados—

Suspiré y luego de una ultima mirada a la mujer que me dio la vida, salí de esa habitación al encuentro de mis amigos

Cuando crucé la puerta hacia la pequeña sala de espera donde Alice y Jake esperaban, él estaba caminando frente a la puerta con las manos en los bolsillos y Alice estaba cerca a una ventana hablando con su celular.

--No, no puedes, no lo hagas…-- susurró ella con fuerza -- ella está muy herida. No puedes venir y aparecerte así como así—

Fruncí el ceño y la miré sin que ella se diese cuenta, tratando de captar algo de lo que ella dijera, pero estaba un poco lejos y solo escuchaba murmullos, por un momento me preocupe… pensé que era con Carlisle con quién hablaba.

--Si, lo sé… pero por favor, a sufrido tanto…-- ella continuó hablando con la cabeza gacha.

--Bella, ¿cómo está René?—Jake se interpuso entre mis ojos y Alice, le sonreí bajando la mirada.

--Bien, ella… está cómo siempre. No me recuerda—dije alzando los hombros.

--Lo siento, tenía la esperanza que ella… no lo sé—

--Yo también la tenía Jake, pero… basta de falsas esperanzas. Mi mamá no parece querer sanar y yo sinceramente, he comenzado a bajar los brazos--

--Bella, ¿no has pensado en buscar una alternativa? Tal vez alguna terapia…-- el optimismo de mi amigo era el que me había mantenido a flote por varios años, pero ahora mismo, su optimismo no parecía funcionar en mí.

--Bella!—Alice vino hacia mí con el celular en la mano y sus ojos amplios, me miró cautelosa y vacilante, parecía nerviosa por algo, pero traté de no darle importancia. –hu… ¿cómo está René? ¿Le diste nuestro regalo? ¿Le gustó?—

--Se lo di Al, no me habla, no da señales de que comprende la realidad… pero estoy segura que le gustaría—

--Bien… lo siento, pensé que ella reaccionaría, que al verte…--

--No funcionó—tragué las lágrimas que a esta altura siempre venían a mí y miré a Jake.

--Quiero ir al Centro Comercial contigo Jake. Quiero conseguir algo para Leah y el bebé— ahora para mi era bueno centrarme en algo lleno de luz y vida, el tema de mi madre solía dejarme nock out y con los ánimos por el suelo.

--Me uno! He visto unos trajecitos hermosos para niñas que tal vez pueda conseguir aquí—Alice como siempre encontraba algo para hacer en una ciudad tan pequeña.

Diez minutos después salíamos de la clínica que quedaba por las afueras de la ciudad, podríamos haber ido a Portland pero tardaríamos al tomar el Ferry y Jake no quería dejar sola a Leah por mucho tiempo, por lo que nos conformamos con Port Ángeles.

Entonces, entrando a la ciudad, desde la finca donde se encontraba la clínica, vi algo que me golpeó como una bola de demolición. Un jadeo salió de entre mis labios y mi pecho se oprimió, una mano enorme de culpa, remordimiento y dolor presionó mi pecho.

--Para el auto Jake!—dije sin siquiera pesarlo, los sentimientos que se arremolinaban en mi interior me despojaron de toda duda, de toda negación, quería verlo. Por dios, quería verlo y saber que él fue mi sangre, que a pesar de todo… él era parte de mí. Aún, porque a pesar de todo, lo iba a amar hasta mis últimos días.

--Bella—Alice me miró con sus ojos llenos de lágrimas, ella sabía lo que significaba para mí. –Para Jake, acompañaré a Bella—

Jake se detuvo en el estacionamiento del lugar y yo no pude esperar ni un segundo para  salir. Alice bajó conmigo y sostuvo mi mano,

--Sostenme Al… me voy a derrumbar— dije sintiendo las lágrimas en mis mejillas. ella me abrazó por la cintura y besó mi mejilla,

--Lo sé nena, estaba esperando este día—

--Tendría que haberlo hecho hace mucho, pero no puedo… no puedo más con esto Al—murmuré golpeando mi pecho, dolía, dolía como nunca. Había tratado de ignorar el dolor, pero se había tornado demasiado, solo hizo falta que mi madre lo nombrara, como recordándomelo para que mi cerebro reaccionara. Entramos por la gran puerta de rejas torneadas, no había gente allí, no había casi nadie. Alice tomó mi mano y ambas caminamos por el largo camino empedrado.

Dios… solo había venido aquí para una ocasión y fue, junto el día que murió papá, el peor de mi vida. Nunca más lo pisé, nunca más, a pesar de que lo necesitaba, para perdonar, para seguir adelante, para conciliarme con él, dios… tenía que pedirle perdón, por mi indiferencia y mi olvido, por mi estupidez de creer que si no pensaba en él, no dolería.

Por Dios, si que dolía!... me ardía en el corazón, la culpa, la tremenda culpa de querer olvidarlo, de pensar en él como un error, de haber ignorado su presencia por años y años. De solo haber sido útil para cuidarlo y verlo crecer para que luego solo fuera una consecuencia de los actos de mi madre y nada más.

Llegamos al sector que recordaba tan nítidamente, crucé caminando por el verde césped y tapé mi boca con ambas manos cuando lo vi,

--Oh por dios.—me detuve frente a él. Las lágrimas se desbocaron de mis ojos, llenas de culpa, llenas de amor, llenas de remordimiento y perdón. –Oh por dios Thomas—

Caí de rodillas ante él y lloré leyendo las letras que no sabía que estaban puestas ahí, mi padre… él a pesar de no haber sido de su sangre, lo había amado.

“Thomas Carlisle Cullen Swan”

Niño de mi cuna, que haz hecho crecer tus alas,

Te vas de mi lado pero no de mi corazón,

Te llevas mi aliento, pero no mi olvido.

Te llevas mi amor, pero no mi dolor.

Te quedas por siempre entre los que te amaron,

Y dejas tu recuerdo para seguir caminando,

hasta el día que vuelva a encontrarte.

Siempre en nosotros amado Tommy.

Charlie, Bella y René

Toqué la fría lápida con mis dedos temblorosos, mis ojos nublados en lágrimas no paraban de llorar. Mi hermano. Mi dulce y hermoso hermanito.

--Te amo Tommy bebé… perdóname—

Oí un jadeo detrás de mí, oí pisadas y miré a Alice, ella estaba allí a mi lado, pero su mirada se centraba en un punto detrás de nosotros, no me levanté… solo miré hacia atrás y lo vi.

Edward estaba a un par de metros detrás de mí. Sus ojos no me buscaban a mí, sino que se centraban en la lápida de mármol que yo tenía en frente. Sabía que podía leer las palabras. Sabía que lo hacía porque su mirada era la de una persona aterrada, incrédula, sumida en dolor, defraudada. Su piel estaba pálida y sus manos temblaban a su costado.

No dije nada… solo me quedé allí, volteé hacia Tommy y pasé mis dedos nuevamente por esas hermosas palabras.  Eran tan ciertas, con solo dos años, Tommy había sido amado, solo que por mi dolor y mi inmadurez, mi odio hacia su padre y mi pérdida, no pude evitar sentir rencor. Él era la pieza que faltaba, por quién debía hacer esto, él me daba las fuerzas que me faltaban.

De repente mi cuerpo entero se erizó y lo sentí, un par de fuertes brazos me envolvieron y un rostro conocido y familiar que había extrañado en demasía, se hundió en mi cuello. Podía sentir su temblor, su olor, su pena… la misma que la mía.

Me dejé caer contra él y envolví mis brazos en los suyos para llorar a nuestra sangre.

-----------------------------------------

Bueno nenas, otro capi de este fic. ¿Qué les pareció? ¿Se lo esperaban? ouuu... Tommy es el hermanito de Bella, pero esta muerto ¿por qué? ¿cómo? ¿qué le sucedio?  Digamos que lo sabremos en el próximo cap.

A ver que les pareció!! Besotes y las amooooo ;)