Autora: Daniela Cullen
Solsticio
de inverno.
Summary: La última batalla por el dominio del mundo está a punto
de librarse, y solo la hija de Abadon y Atara tendrá el poder suficiente para
salvar o hundir por completo el mundo. Pero para ello, Edward, el príncipe
guardián, deberá cumplir una última misión, protegerla de su eminente muerte.
En el
inicio, todo era caos y destrucción, nada estaba claro, ni la luz ni la
oscuridad. Las penumbras llenaban cada rincón de nuestro mundo, era una extraña
mezcla entre hielo y fuego, pureza y odio. Una constante contradicción que
chocaba y que consigo solo lograba aumentar más el caos. Una batalla eterna se
libraba en cada rincón, el bien y el mal se enfrentaban por el control absoluto
del universo. Los ángeles guerreros eran las criaturas más fuertes y poderosas de
todas pero no eran suficientes y, con el tiempo, sus fuerzas diezmaban
alarmantemente, advirtiendo que la batalla sería ganada por las fuerzas demoníacas.
Miles
de años transcurrieron y las cosas no parecían mejorar, al contrario, todo era
peor y los que en un inicio lucharon por el bien y la verdad empezaron a
cambiar, sus almas fueron corrompidas por la incertidumbre y la espera. Sus
corazones puros se tornaron negros, al igual que sus almas, y con sus
increíbles fortalezas empezaron a extinguir a los pocos integrantes de la raza
guerrera. El mundo se tornó violento y oscuro, ya no existían tonos grises, ni
blanquecinos, ellos con su maldad acababan con todo lo puro y bueno, dándole
forma a un nuevo mundo.
Los ángeles
caídos, como fueron llamados, se reprodujeron con las fuerzas demoníacas,
creando así a los más poderosos guerreros jamás vistos, los Abadones*.
Entrenados en el arte de la destrucción, sanguinarios lujuriosos y con la fuerza suficiente para
extinguir de una vez y para siempre a los guerreros. La batalla se tornó aún
más sanguinaria y violenta.
El
príncipe Abadon fue enviado a exterminar a los últimos 3 guerreros. Ansioso por
aniquilarlos, acudió sin refuerzos y se encontró frente a él a uno de los
exterminables. Levantó su espada preparado para atravesar su corazón, pero al
observar más a fondo, vio a una chica rubia, con ojos celestes y sonrisa
deslumbrante que le sonreía con pesar y miedo. El corazón del príncipe latió
deprisa como nunca y, deslumbrado como estaba, cayó de rodillas frente a ella,
soltando su espada y aferrándose a la chica ángel como si fuese él quien
estuviera muriendo. La luz y la hermosura de ella lo acogieron con tal fuerza
que él supo que todo estaría en paz por
siempre y que solo junto a ella estaba su lugar.
Los ángeles,
los demonios, los caídos y los Abadones intentaron separarlos cuando sus bocas
estaban por unirse, pero llegaron tarde y el amor demostrado con ese beso puro
y libre de toda corrupción, destelló la luz necesaria para curar el mundo.
Los
ángeles fueron ascendidos a lo alto del
cielo con la misión de cuidar y proteger a los mortales que en futuro habitarían el mundo. Las demás
criaturas fueron condenadas a los abismos flameantes, destinados a luchar
eternamente y a destruirse entre sí como un día lo hicieron con aquellos que
lucharon por la salvación del mundo.
Por
años, Abadon y Atara vivieron felices y en paz, conviviendo con los animales,
las plantas y los pocos humanos que empezaban a habitar el mundo. Sin embargo, la paz que trajo consigo su puro
acto de amor, no sería olvidada tan fácilmente por aquellos habitantes del
abismo, que sabedores de las artes negras y oscuras, idearon una manera de
liberar a algunos pocos que acechaban a los príncipes y se preparaban para
crear la que sería la maldición de la futura heredera.
Vuestra hija será en parte fuego, en parte
hielo…Será el bien y el mal…Ella tendrá la necesidad de bondad, pero también la
de destrucción. Y su labor en este mundo será exterminar o liberar para siempre
las fuerzas oscuras, una gran batalla se librará en su interior y será ella, y
solo ella, la futura reina del universo, la que nos gobernará por la leyes del
bien o el mal…
La fecha ha sido fijada…
Será en un solsticio de invierno que verá la luz
por primera vez la hija del bien y del mal, será en un solsticio de invierno
que se librará la última gran batalla.
—Con el tiempo, los humanos olvidaron la gran batalla y
la maldición de Atara, pero esta aún hoy perdura. En algún rincón del mundo,
aquellos amantes que salvaron el universo esperan con incertidumbre el día que
les depara, ese en el que la humanidad verá para siempre la luz o la oscuridad.
El fin —murmura Renée Swan acariciando los cabellos castaños de su hija.
—No puede ser el fin —dice la pequeña Isabella negando
con la cabeza—. ¿Qué pasa con la hija de Atara y Abadon, madre?
—No se puede saber aún qué pasará con ella, pequeña
Isabella.
La niña mira a su madre con el ceño fruncido. — ¿Por qué no, mami?
—Aún no inicia el segundo milenio, faltan algunos años
todavía —Renée besa una, dos y tres veces las mejillas de su hija.
La niña abre los ojos aterrada. — ¿Quieres decir que aún no se libra la gran
batalla? —ella empieza a reírse.
—No mi pequeña, aún no.
—Tengo miedo, mami —dice ella—, no quiero que se lleve a cabo
la batalla, destruirían el mundo.
—Es solo una historia, amor —susurra tratando de calmar a
su hija.
—Pero tú has dicho madre que las historias son muchas
veces ciertas.
Ella se reprende a si misma por cometer tal imprudencia. —Sí, mi pequeña, pero esta no. Ya duérmete
¿sí? —ella asiente despacio y sonríe a su madre. Se acerca a besar su rostro y Renée
siente que su corazón se encoje, es tan dulce y pura.
—Te amo mami.
—Y yo a ti, mi cielo.
— ¿Mami?
— ¿Sí?
—Espero que la historia tenga un final feliz —se le forma
un nudo en la garganta.
Las luces se apagan y ella sale del cuarto, acongojada y
triste. La historia merece un final feliz, justo como su hija espera, justo
como ella espera, pero no existen los finales felices, al menos no en todas las
circunstancias, y ellos ya habían tenido varios finales felices.
— ¿En qué piensas, amor? —dice Charles asustado.
—Nada… es solo que leí el cuento a nuestra pequeña.
—Y qué ocurrió, mi ángel —acaricia su rostro y sonríe.
—Tiene razón con lo que me ha dicho, ese no puede ser el
final de la historia. Y debe tener un final feliz.
Él la abraza con fuerza mientras ella solloza en su
pecho. Algunas veces, las historias puedes removernos tanto el alma, sobre todo
aquellas que son reales.
14 AÑOS DESPUES…
Edward se encontraba algo irritado aunque no entendía el
porqué. El muchacho solía ser tranquilo, paciente y amable ante cualquier
situación, era la clase de “persona” que en la
tierra llamarían ángel y es que eso era
precisamente lo que Edward era. Un ángel. No del tipo mítico que todos hubiesen
imaginado, con alas gigantescas rellenas de hermosas plumas doradas y blancas.
¡No! Él era lo que se consideraba un chico normal, claro que a esto había que
agregarle unas facciones perfectas, un rostro pálido y albino, un cabello rubio
y perfecto y unos ojos enormes de color azul cristalino, tan hermosos que te
sumergirías en ellos por el simple placer de disfrutar aquel hermoso color. Cualquier
chico desearía ser él y lo odiaría por ser tan perfecto, pero él no era
simplemente un chico y de donde provenía, todas las criaturas eran como él. No
existían envidias, solo la necesidad de cuidar al otro y las criaturas eran de
una belleza abrumadora y desbordante, similares y perfectas.
Al llamarle Carlisle, su irritación aumenta, algo le
decía que de aquel extraño llamado no vendría nada bueno. Su corazón latía
deprisa queriéndose salir de su pecho y aterrándolo de manera irrevocable.
Con los nervios a flor de piel y con el alma en un puño,
el chico acude al llamado del jefe supremo. Recorría los pasillos con lentitud
y sus pasos eran lentos y pesados, como si con aquella acción alejara su deber
para siempre. Le anuncia en su mente que está por llegar y luego aparece en la
oficina central.
—Me han dicho que me necesitas, Carlisle —dice el
muchacho tratando de ocultar su irritación.
Carlisle respiró pesadamente. —Hijo, serás reasignado —dice sin más.
— ¿Qué dices? —le toma varios segundos a Edward asimilar
las palabras de su padre. Esto no puede
ser cierto —se dice aterrado.
—Sé que es algo inusual, pero verás… —Edward lo corta de
tajo.
—No puedes hacerme esto, Carlisle —grita, algo debía
estar mal para que su padre lo quisiera reasignar, en sus 300 años nunca habían
reasignado a ningún ángel.
—Claro que puedo —replica Carlisle—, y es lo que hago en este
preciso momento.
— ¿Por qué yo? —pregunta más para sí mismo—. ¿Acaso he
hecho algo mal? —trata de contener la angustia en su voz pero es inútil. El
simple hecho de pensar que ha fallado en su misión le hace sentir enfermo. Muy humano.
—Por supuesto que no Edward, es solo que hay alguien que
te necesita más que Lucien —él percibe cierta inquietud en la voz de su padre,
pero eso no impide que sienta que algo terminará mal.
—Él es mi protegido y no lo dejaré hasta que culmine con
mi misión —Edward no entendía qué pasaba, existían miles de ángeles que
cambiaban de misión a diario ¿por qué no le asignaban uno de estos?—. Asígnale
otro ángel, yo estoy en misión aún…
—No estoy consultándote —la voz de Carlisle es una
sentencia—, te estoy ordenando.
—Pero, padre —dice asombrado. Nunca le había hablado de
ese modo.
—Nada de peros, Edward. He dado una orden —nunca antes lo
había escuchado hablar así y tuvo miedo de que aquella irritación (negación) a
aceptar la misión se debiera precisamente al temor de fracasar por primera vez.
Pero tal vez exageraba y sus sentidos le gritaban algo equivocado.
—Está bien —dice resignado—. ¿Quién es?
—Muy bien, hijo —felicita Carlisle—. Su nombre es Isabella,
sus padres están desaparecidos. Ella está sola y me temo que, en su
desesperación, alguien intente hacerle daño o, peor aún, que lo intente ella
misma.
Eso es
todo —pensó él. —Padre me cambias de misión, ¿por esto? Cualquier
ángel novato podría sin ningún percance cuidar de ella.
—Esto es mucho más grande de lo que parece —murmura
enojado.
—Explíqueme entonces, padre —pide en un susurro.
—Por el momento, solo diré que debes hacer lo posible por
mantenerla segura, y alejarla de aquel que no consideres conveniente para ella —Edward
lo mira confundido—. Tu intuición lo dirá.
—Sabes muy bien que no puedo influir lo suficiente en las
mentes de mis protegidos, la distancia disminuye mi poder —su mente ahora es un
absoluto caos, no entiende y todo lo que suponía saber sobre el paraíso, la
tierra y el infierno hacían que su cabeza quisiera explotar.
Carlisle camina en dirección a su hijo, con lentitud, como
si fuera una bestia en acecho y no quisiera asustar a su presa. Edward siente
inmediatamente lo que ocurre e inevitablemente siente miedo.
—De eso te quería hablar, hijo —desvía su mirada un
instante, el suficiente para aumentar el miedo de su hijo—. Deberás ser muy
fuerte.
Esas simples palabras lo ponen en un estado de alerta tan
fuerte que siente que desde que acepte la misión, su vida cambiará para siempre.
— ¿A qué te refieres con eso? —él no quiere escuchar más,
pero debe hacerlo, eso si no lo quiere hacer enojar y estropear su misión en el
camino.
—Debes utilizar muy bien tus poderes, ser cuidadoso y no
levantar sospechas, debes ser uno de ellos —para ese momento Edward no puede
encontrar su voz.
Puede ver su cabeza en ese momento trabajar como una
máquina y unir las piezas restantes del aterrador rompecabezas
—Yo —tartamudea.
—Sí, Edward, vas a descender —susurra Carlisle.
—No —dice en un
jadeo.
6 comentarios:
Wow La historia está muy interesante, pero necesito saber más… Jajaja Muy buena realmente va a estar muy difícil escoger una.
Yo quiero más!!
Mamiiiiiii!!!!
me encanto
Besos
Camila
Muy buenas ya te dije por FF que me encantaria que siguieras esta historia, asi que por favor....cuando puedas...cumple mis deseos.
Que tengas muchas suerte.
Besoos
Esta hermsa ,muy bien llevada pero nos dejaste al borde del abismo, buena suerte para ti
Wowwww nos dejaste enganchadas con esa historia, Edward no podría ser otra cosa que un ángel y me imagino esos ojos azules !!!
Felicidades !!
Chicas nos dejaste intrigada. Deseo conocer la continuación please. Saludos!!!
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