Capitulo 2: Ojos color del sol

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Hola amigas!! dejo este nuevo capi, primer encuentro chicas!.... nos vemos pronto y por favor déjenme sus COMENTARIOS, me encanta leerlos, besotes!!

Capitulo 2: Ojos color del sol

Ya habían pasado casi cuatro meses en que Emmett me había dado la sorpresa que jamás pensé que iba a escuchar de él… su compromiso y por ende su boda, con las pocas veces que me había comunicado con mis hermanos y mi madre, me habían informado que todo marchaba viento en popa y que pronto nos veríamos para los ensayos y la gran ceremonia, al parecer la novia de mi hermano tenía planeada una gran celebración… como quien dice iban a tirar la casa por la ventana.

Alice me llamó hace unos días para informarme que me irían a buscar al aeropuerto de Seattle y que recordara llamar a casa antes de abordar el avión. La boda sería celebrada en la Iglesia de María Virgen que se encontraba en esa ciudad, lugar natal de los Cullen. Yo por mi parte había pedido permiso hace dos meses atrás a la diócesis del distrito para poder ir a oficiar la misa y la ceremonia de mi hermano, si bien no era mi Iglesia, estaba dentro del distrito así que el padre Marcus intervino por mí para que me otorgaran el permiso aún más rápido.

Yo realmente estaba feliz… me habían destinado a administrar la pequeña Iglesia del Corazón de Jesús en la ciudad de Washington que no era muy grande pero que era adecuada para comenzar de apoco, tenía una buena concurrencia de fieles y devotos y ya realizaba las misas diarias y había realizado algunos bautismos. Cerca de allí, tan solo a unas cuadras, se encontraba el Hogar de niños que la Iglesia apadrinaba, que era a su vez llevada adelante por una fundación en la cual mi familia participaba y por lo tanto yo colaboraba al momento de administrar los fondos. Contaba con la ayuda de dos sacerdotes de otras Iglesias de la ciudad para poder realizar esta tarea, el Padre Alec, que se había consagrado unos años antes que yo y el Padre Sam, un presbítero que ya tenía años conduciendo este lugar.

Me llenaba de dicha poder ayudar a estos niños que encontraban su refugio en el Hogar, ellos venían con distintas situaciones… muchas muy crueles. Muchos habían sido abandonados por sus padres al nacer, y estaban en el Hogar hasta que se les encontraba un hogar sustituto o una familia adoptiva, otros llegaban ya muy grandes apartados de su familia por violencia familiar o abusos, esos eran los más difíciles de tratar porque desde ya eran niños que nunca recibieron muestras de amor y al primer intento de dárselo eran desconfiados y rebeldes… y por ultimo, pero no por eso menos desafortunados, estaban los que habían crecido en la calle bajo ningún amparo y que a veces eran explotados sexualmente y obligados a trabajar. Hay tanta gente en el mundo… y tanta es tan irracional, que no respeta ni la pureza ni la inocencia de un niño que a penas está comenzando a transitar por los caminos de la vida. Era un alivio para nosotros tenerlos allí, ya que en el lugar recibían alimentos, educación y mucho cariño por parte de quienes estábamos allí, si bien el lugar estaba dirigido por las hermanas de la congregación, nosotros éramos quienes ayudaban a administrar y a dirigir el lugar.

_Padre… mire este dibujo ¡es para usted!._ me dijo Jacob, un niño de al menos 7 años que vivía allí desde hace unos años al perder a su padre y madre a causa de una enfermedad. El niño siempre me recibía con alguna manualidad, realmente tenía habilidades manuales muy buenas.

_Gracias Jacob, realmente eres muy bueno dibujando… cuida tus pinturas y haz algo lindo para las hermanas._ le dije arrodillándome en el suelo para estar a su altura.

_Si, aunque ahora me tengo que ir a estudiar, _ dijo agachando la cabeza _mañana tenemos examen de Matemáticas_ se cruzó de brazos y lanzó un bufido, yo no hice más que reír…

_Bien Einstein… ve a estudiar y mañana pon tu mayor esfuerzo._ le dije poniéndome de pié.

_Si Padre._ dijo cabizbajo, avanzó unos pasos perezosamente con la cabeza gacha y se detuvo, lentamente volteó a mirarme…

_Mi nombre es Jacob Padre, ¿quién es Einstein?_ preguntó con el seño fruncido provocándome una sonrisa,

_Bueno pequeño… fue un gran científico, pero aprenderás más de él cuando tengas más edad. Mejor ve y estudia ¿si?_

_Si Padre Edward… adiós._ me saludó agitando su manita, yo le devolví el gesto y seguí mi camino. Debía empacar algunas cosas más, dentro de unas horas tomaría el vuelo a Seattle para reencontrarme con mi familia, para volver a mi hogar.

Llegué a mi habitación en la Iglesia con el tiempo justo para empacar algunos libros y recoger mi maleta que ya había preparado desde temprano, no era que iba a llevar muchas prendas de vestir… pero cuando estaba en casa me daba la libertad de no vestir todo el tiempo mi ropa de sacerdote… por un lado porque me ganaba las bromas de Emmett que decía que parecía siempre que estaba preparado para un funeral y a mi madre no le agradaba verme de ropas sobrias mientras estaba en casa y tenía la libertad de vestir mucho más cómodo. Empaqué simplemente unos jeans, pantalones caquis y unos jerséis, a demás de por supuesto mis vestimentas para la ceremonia, algunos libros y un pequeño presente que tenía para Emmett. Miré mi reloj y me percaté que ya era hora de salir hacia el aeropuerto para tomar mi vuelo, tomé mis maletas y salí de mi Iglesia dejándola a cargo del Padre Alec por los días que no estaría. Al llegar al aeropuerto despaché mis maletas y me dirigí a la puerta de embarque, sería un vuelo tranquilo… solo unas cuantas personas hacíamos el vuelo a Seattle.

Era muy tarde cuando el avión aterrizó en el aeropuerto de mi ciudad natal, a penas salí de la puerta de abordaje me encontré con los rostros ansiosos de mis padres,

_Edward!_ mi madre avanzó contra la gente que iba en dirección contraria y llegó hasta mi fundiéndome en su cálido abrazo, se lo devolví gustoso mientras que mi padre nos miraba sonriente detrás de ella.

_Bienvenido a casa hijo…_ separé gentilmente a mi madre y estiré mi mano para que mi padre la tomara, él lo hizo pero tiró de ella estrechándome en un abrazo. Mis padres como siempre tan cariñosos, yo me había acostumbrado a mantener las distancias propias de un sacerdote pero con mi familia era distinto, ellos eran muy demostrativos y me hacían sentir en casa inmediatamente…

_Te estábamos esperando_ dijo mi madre una vez que ya nos encontrábamos acomodados en el auto _la Iglesia ya está totalmente preparada, los novios, también las damas de honor… solo faltabas tú._ dijo Esme contando con los dedos desde el asiento delantero, me miró y sonrió…

_Si hubiese podido habría venido antes, pero tuve algunos pendientes en la fundación…_

_Lo sé hijo… esos niños son muy especiales para ti… ¿verdad?_ preguntó tiernamente,

_Si lo son… gracias por comprender madre, acaricié su mejilla sabiendo lo que significaba eso para ella. Solo ella, mi madre entendía mi debilidad por los niños, una madre siempre sabe decían por allí y era la pura verdad, mi madre era la única a parte de Alice que podía leer mi mente y sentir mis sentimientos… solo ellas conocían al Edward hombre.

A lo lejos pude divisar la hermosa casa de los Cullen, una blanca casona de dos pisos, diseñada por Emmet después de recibir su título y estrenada por mi familia hace tan solo dos años, mientras entrábamos por el camino que nos llevaba al porche pude admirar el hermoso jardín que mi madre cuidaba con tanto esmero. La entrada de la casa estaba tenuemente iluminada por unas luces y por la luz de la luna, pero claramente pude ver una figura moviéndose en la puerta de la casa, la silueta de mi pequeña hermana Alice agitaba su mano en nuestra dirección dándonos la bienvenida.

_Edward!... al fin!_ me dijo a panas bajé del auto, corrió hasta mi y rodeó mi cintura con sus pequeños brazos, _Em está desesperado… hasta llegó a pensar que no vendrías_ me soltó y tomó una de mis maletas a pesar que quise impedírselo.

_Hola Alice… ¿Dónde esta Em?_ pregunté mientras levantaba mi otra maleta y la seguía dentro de mi casa,

_Está en el hotel con Rosalie_ eso me sorprendió, mientras estaba en casa Emmett nunca dormía fuera a menos que fuera absolutamente necesario, _es que Rose no quería dejar solas a sus amigas… ya sabes, vinieron para la boda, y Em no quería estar separado de Rose_ mi hermana rodó los ojos y siguió escaleras arriba llevando mi maleta, no se de donde sacaba tantas fuerzas la pequeña Alice… Llegamos a mi habitación, mi pequeño tesoro que aún conservaba mi madre con tanto recelo, aquél que me hacía recordar mis días de adolescente y que me hacían saber que a pesar de todo solo era un hombre. Mi gran pared con discos de todas las clases de música estaba intacta, mis favoritos, los clásicos, en su lugar privilegiado encima del primer estante, mi enorme cama con cobertor dorado, mi preciado reproductor de música y el gran ventanal junto al sofá de cuero negro en el que me recostaba a relajarme viendo los hermosos atardeceres de Seattle. Me sentía realmente como en casa…

_Bueno… espero que descanses hermanito, mañana debemos ir a la Iglesia temprano_ dijo Alice mientras dejaba mi maleta a un lado de mi cama.

_Gracias Alice… tú también descansa_ se acercó a mí y bajó su cabeza pidiéndome sutilmente algo que venía haciendo con ella y mis padres desde que entre en el seminario, la bendije…

_En el nombre del padre… del hijo… del espíritu santo…_dije mientras yo mismo le hacía la señal de la cruz,

_Amén…_ finalizó ella besando mi mano que rozaba su boca, _que duermas bien Alice_

_Gracias hermanito_ me dio un ligero beso en la mejilla y salió de mi cuarto cerrando la puerta tras ella.

Estaba cansado por el viaje así que lo único que hice fue sacar mi pijama de una de las maletas, me vestí y luego de decir mis oraciones nocturnas sentado en mi cama me metí entre las mantas, apoyé mi cabeza en la almohada y caí en un placentero sueño reparador.

Unos suaves golpes en la puerta me despertaron a la mañana siguiente, me levanté y tomé un rápido baño para desperezarme, me vestí simplemente con unos pantalones caquis y un suéter fino negro, me paré frente al espejo con el objetivo de luchar contra mi cabello sin obtener ningún resultado, lo tenía rebelde desde que tengo uso de razón y ahora que soy sacerdote lo mantengo medianamente corto, lo suficiente para peinarlo aún así de todas maneras me sigue ganando.

Bajé las escaleras y desayuné junto a mi familia que me esperaba en la cocina, mi madre me tendió una taza de café y una bandeja con waffles, tomé solo uno y en unos minutos ya me había terminado mi desayuno… listo para comenzar mi día. Ante una llamada de Emmett diciendo que ya estaban dirigiéndose a la Iglesia nos apresuramos a prepararnos y salimos para encontrarlos, Carlisle con mi madre se fueron en su Mercedes y yo con Alice nos fuimos en mi preciado Volvo, que solo me daba el gusto de conducir cada vez que venía a casa…

Al caminar hacia la linda capilla no pude dejar de pasar la mirada por su exterior, estaba tal cual yo la recordaba, sencilla pero elegante. Al cruzar las puertas junto a mi hermana noté la presencia de varias personas dentro de la Iglesia, pero no me detuve a ver quienes eran ya que mis ojos recorrían todo el lugar admirando cada detalle, sentí la mano de mi pequeña hermana tironear de mí y al mirarla me miraba ceñuda,

_Ya tendrás tiempo de recorrerla… Emmett te llama_ al levantar la cabeza vi a Emmett que me hacía señas con una mano, caminé acercándome a él que se encontraba junto a una muchacha de cabellos rubios.

_Edward… déjame presentarte_ me dijo mientras la muchacha me sonreía algo nerviosa _esta es Rosalie… mi futura esposa_ las ultimas palabras las dijo con una nota de devoción mirándola a ella,

_Mucho gusto… Rosalie_ dije apretando la mano de la chica, ella me sonrió…

_El gusto es mío… Ed..ward_ dijo dudando _Em me habla siempre de ti_ dijo para luego mirar a mi hermano,

_Gracias… solo llámame Edward, estamos entre familia ¿no?_ dije adivinando la razón de sus dudas, solo mi familia y amigos podían llamarme con mi nombre de pila... para los demás era el Padre Edward.

_Edward… debemos empezar con el ensayo, necesitan la Iglesia para dentro de media hora…_ me dijo Esme al llegar a mi lado, dicho esto asentí y me dirigí hacia el altar santiguándome apoyando una rodilla en el suelo, saludé a los monaguillos que ya se encontraban allí, esperé un momento leyendo rápidamente las anotaciones que habían en la mesa principal y que me indicaban cada uno de los pasos de la ceremonia, suspire… al fin y al cabo esta sería la primera bendición matrimonial que efectuaría… Las tomé con una mano y me dirigí a tomar mi lugar para recibir a los futuros novios. Cada uno de los participantes de esa boda ya estaba en su lugar, asentí al que sería el padre de Rosalie que la sostenía en unos de sus brazos al final del pasillo, haciéndole entender que era hora de comenzar, antes que ellos emprendieran la caminata, tres mujeres que serían la madrina y las damas de honor se situaron delante de Rosalie y su padre y comenzaron a caminar hacia el altar lentamente y al compás de la suave música que inundaba la capilla, agaché la cabeza viendo mis líneas, que a pesar que ya me las sabía muy bien no quería dejar de recordar, suspirando una vez más levanté la cabeza… al mismísimo instante en que lo hice unos orbes color topacio se toparon con mi mirada, unos hermosos ojos con un tenue color dorado me hicieron olvidar… todo, ella avanzaba hacia mi sosteniendo mi mirada y haciéndome hacer algo que no podía hacer… perderme en sus ojos. Fui mas allá y antes de que ella se situara a un lado del altar para esperar a la novia, vi su rostro… era de un pálido poco común pero hermoso, sus labios entreabiertos y de un color carmín hicieron olvidarme del lugar donde estaba… ¿qué me estaba pasando?... su cabello castaño caía sobre su espalda con suaves ondas enmarcando su rostro en forma de corazón, bajé la mirada cuando nuestro contacto visual se interrumpió… allí me di cuenta de lo que había hecho, me di cuenta del lugar donde estaba y con quienes, levanté la cabeza algo desilusionado de mí mismo y vi a Emmett y Rosalie acercarse por el pasillo sonrientes hacia mí. Las notas que tenía en mi mano de nada servían, había olvidado el orden en que se desarrollaría la ceremonia y aún tenía que soportar esa intensa mirada color topacio que me hacía olvidar todo, iba a ser difícil… pero había decidido no toparme más con esos hermosos ojos, no debía… no era quién para hacerlo. En todo momento solo miré a la pareja feliz, aunque mi cuerpo quería poder engañarme y jugarme una mala pasada cada vez que mis ojos se desviaban hacia ella, no podía perderme en sus ojos… no otra vez, si lo hacía caería en el más vil de los pecados, no podía mirar a una mujer de esa manera… yo… simplemente… no podía.