Viñeta: Camas de Hospital, Lady Cornamenta

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Viñeta Aniversario Twilight Contest

Nombre de la viñeta: Camas de hospital.
Nombre del Autor: LadyCornamenta.
Pareja: EdwardxBella.
Summary: El cruel destino los había llevado hasta allí, llenando sus vidas vacías con el complemento de una dulce compañía… incluso cuando ambos estaban destinados a un final cercano e inevitable.
Rating: K+

…

El joven de cabellos cobrizos le regaló a su compañera una sonrisa rota, dejando que en sus ojos verdes se agolparan algunas vanas lágrimas que, aunque nunca mostraba, estaban permanentemente deslizándose por su frágil corazón. Bella Swan le devolvió la expresión, con sus mejillas húmedas y sus labios apretados, posiblemente conteniendo los sollozos que deseaban liberar su miedo y desesperación. Ella no era tan fuerte como él y usualmente se resquebrajaba en llanto y palabras de agonía.

—De cualquier modo, ya lo sabíamos, ¿cierto? —susurró ella, con voz débil.

Edward Cullen asintió lentamente, entrelazando su mano con la de su compañera. Ella pasó uno de sus delicados brazos sobre su torso, enviándole la agradable calidez que al muchacho parecía faltarle siempre que ella se encontraba lejos de él. Ambos estaban apretados sobre la fría cama de la habitación que le pertenecía al joven de apagada mirada esmeralda.

—Sí, pero es difícil hacerse a la idea —agregó él, expresando en voz alta lo que ambos sentían.

—Sí…

Los dedos de Bella se aferraron a los suyos fuertemente, dirigiéndole aquella mirada desesperada, aquella expresión que le recordaba a Edward por qué debía seguir junto a ella a todo momento, sin importar cuáles fueran las circunstancias. El tiempo seguía pasando de forma inevitable, aunque ambos cerraran fuertemente los ojos y desearan que todo aquello fuese una simple jugarreta del destino, uno de esos amargos sueños que terminan con la luz de la mañana. La condena de una oscuridad eterna era certera, por lo que ambos debían dejar de luchar contra lo inevitable y comenzar a agradecer el nuevo amanecer que se erguía frente a ellos.

Bella era débil y la conciencia de aquel muchacho se enfocaba en hacerla feliz, por lo menos tanto tiempo como le fuese posible. El destino, cruel e irónico, los había unido en un lugar que tenía una fría tendencia al aislamiento y la catástrofe, en aquel pequeño e impersonal edificio en donde habían firmado su propio epitafio. Aquel palacio de sentencias implícitas, dolorosos lazos rotos y debilidades amargas, había sido el sitio de encuentro en el que se habían unido dos vidas que, tarde o temprano, se bifurcarían en una disolución lenta y desgarradora.

Edward pasó una mano por los cabellos chocolate de aquella pequeña muñeca de porcelana que descasaba a su lado, viendo como ella cerraba los ojos ante el contacto.

—No quiero que pensemos en ello, Bella —pidió el muchacho en un susurro, besando tiernamente su frente—. Por favor.

Edward tenía la necesidad de conservar aquella fachada dura, aquella aura comprensiva y tranquilizadora a su alrededor. Él se sentía tan desolado y perdido como su querida compañera, pero la resignación y el amor habían comenzado a hacer mella en su temple. Pasados el miedo, la frustración y la locura, tan sólo le quedaba el consuelo que le daba hacer de aquellos días los mejores de su vida. Sólo le quedaba disfrutar el escabroso camino hacia un final inevitable de aquella historia inconclusa.

Porque el reloj seguía corriendo para ambos, con la certeza de una muerte cercana en aquellas frías camas de hospital.

Y no había nada que hacer más que esperar pacientemente a que el momento llegara.