Capitulo 1: Duerme mi niña

Tweet Mis niñas, aquí con este capitulo. Perdonen por lo corto es que entre lo que sucedió ayer y la noticia con las que nos despertamos hoy no pude extenderlo más. Espero simplemente que mis queridas amigas que viven en Chile estén bien, en excelente estado, lo mismo para todos los chilenos.

Este capitulo está dedicado a mis amigas de la Bandita que con uñas y dientes defendieron mi blog anoche cuando me insultaron tan gratuitamente y a tí María José, a pesar de tus palabras hirientes no guardo rencor en mi corazón, espero que este capitulo, si lo lees, te llene de ternura y dulzura el corazón... no soy una depravada sexual, se muy bien lo que soy y tus palabras me hirieron en lo más hondo por interpretar eso de mí. Besos a todas y muchas gracias.

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Duerme mi niña

Debe ser que me pediste un día una canción,
que fuera del corazón, ahí te va…

Vamos a correr un rato que hay tiempo nomás,
hay tiempo nomás, todo el tiempo.
Nunca nadie me dio tanta luz,
para nadie fui tan importante,
nunca quise ver tan lejos al dolor,
con verte crecer tengo bastante.

Dientes asomando y dibujos en la piel,
todas las mañanas mi motor vos encendés,
mil relojes no marcan las horas como vos, oh!

Debe ser que me pediste un día una canción,
que fuera del corazón, ahí te va…

Vamos a correr un rato que hay tiempo nomás,
hay tiempo nomás, todo el tiempo.

Vamos a besar la nieve y vamos a volar,
vamos a besar, este cielo,
nada, nada, nunca nada nos va a separar,
somos una llama en el invierno.
Le pedí al Señor que me diera un amor, nunca pensé sería tan profundo...

Solo se feliz ahora… duerme mi amor.

Mi corazón no latía, no temblaba ni mucho menos vivía pero al verla mirarme tiernamente con esos ojos dulces y llenos de inocencia parecía que mi corazón pudiera saltar de mi pecho y volver a vivir.

El recuerdo de los primeros años, de los primeros meses… de los primeros días con ese trozo de sol que iluminaba mis mañanas inundó mi cabeza. Mi pequeña hizo, desde un principio, todo fácil para mí, mi Bells… tan pequeña y frágil con sus pocas semanas parecía entender que esto era nuevo para mí y parecía sentir mi ansiedad, mi desesperación y mi duda, ella era un pequeño ángel… uno que hacía que cada día fuera mejor que el otro. Lejos de mi familia y de la apropiada contención traté siempre y en todo momento de darle los cuidados que ella necesitaba, alejando el dolor y la incertidumbre que ya en su corta vida había tenido.

_Papito… ¿tío Emmett vendrá hoy?_ me dijo con su tierna vocecita de apenas tres años.

_No lo sé mi niña, nunca se sabe…_ le dije y una sonrisa surcó su rostro. Siguió jugando a peinar a sus muñecas mientras yo la seguía observando desde el marco de la puerta de su habitación embelezado, era increíble cómo esa niña había llenado de repente mi vida… una vida vacía y sin sentido que había estado llevando no hace mucho, cuando la encontré envuelta entre mantas a lado de su madre agonizante, James el cazador las había estado persiguiendo desde que ella había nacido, en realidad mi pobre niña no había nacido con una buena estrella… su vida desde que su madre abandonó este mundo había sido anónima y fugitiva, yo era su único contacto con este mundo, yo y mi familia que esporádicamente nos visitaban. Entre mi padre y yo habíamos decidido que lo más apropiado era que yo cuidara de ella, eso iba a ser más seguro para mi niña y lo más conveniente para mi familia, todos ya tenían alguien por quien vivir, excepto yo… o sea que no tenía nada que perder. Otra de las razones por las cuales sería yo el que la cuidaría era que mi padre no gozaba de tanto anonimato, era médico en el hospital de Seattle… él había atendido a René, la madre de mi niña cuando ésta dio a luz y él se había enfrentado a James la primera vez en el hospital, cuando el cazador comenzó con la persecución… desde ese día la vida de mi niña había cambiado. Mi vida había cambiado… ahora lo apostaba todo por ella.

James no la dejaría ir así como así, “un vampiro nunca olvida” me decía mi padre siempre que yo salía con la idea de llevar a mi niña a visitar a mi familia. Me era difícil ver cómo crecía aislada de todos y de todo, una niña de su edad tendría que estar haciendo el pre-escolar pero yo no concebía la idea de dejarla sola por mucho tiempo y mucho menos con extraños. Aunque siempre y muy de vez en cuando caía de sorpresa algún miembro de mi familia… la última vez fueron Emmett y Rosalie que estuvieron con nosotros por una semana, sus tíos se habían encariñado mucho con ella y la consentían en todo al igual que yo, pero siempre en el anonimato y a escondidas.

En estos tres años vivimos en diferentes partes del mundo, solo para mayor seguridad y para despistar a su cazador. Hasta hace seis meses habíamos estado viviendo Bristol, Reino Unido… siempre buscaba lugares parecidos en clima y ambiente a Seattle, no solamente porque yo no podía exponerme a la luz del sol sino también para que mi niña se mantenga aclimatada y acostumbrada a lo que era su ciudad natal, si… albergaba la esperanza de algún día poder volver.

De alguna manera vivir en pequeños pueblos tenía sus beneficios, mi niña podía salir a pasear y a recorrer las calles tomada de mi mano, esto hacía que no se sintiera tan sola en el mundo… habían otros con su misma condición, humanos. Esto también me daba la posibilidad de salir a cazar animales fuera del pueblo, siempre de noche y con mi niña durmiendo protegida siempre con un fuerte sistema de seguridad. Si bien esto no detendría a James, si detendría a otros humanos con malas intenciones. Me era extremadamente difícil dejarla sola pero yo era un vampiro… una criatura peligrosa para cualquier humano o animal y debía mantener controlada mi sed para salvaguardar la vida de mi niña.

Mi afán por pretejerla rayaba la obsesión y muchas noches me torturaba pensando en como iba a ser cuando mi niña creciera y comenzara a interesarse por otras cosas, conociera gente y me demandara más libertad… ¿cómo le iba a explicar que no debía exponerse tanto?... ¿Qué a menos que James no muriera ella siempre iba a estar siendo acechada por él… por un vampiro y que casualmente el hombre que la cuidaba hasta dar su vida por ella era precisamente un vampiro?... tantas preguntas y dudas me nublaban la mente hasta que el miedo llegaba para embargarme, por primera vez en mi vida como vampiro sentía miedo. Claro que todas esas cuestiones no sucederán hasta dentro de mucho tiempo, pero para mi siglo de vida unos cuantos años no eran nada, un soplo de viento o un suspiro de Bella, mi niña.

Cuando escapé con ella, decidí mantener nuestros nombres intactos, pero nuestros apellidos los había cambiado solo por seguridad… ella era mi hija Isabella Measen y yo su padre Edward Measen. Tanto ella como yo llevábamos nuestros verdaderos apellidos por dentro, en nuestra sangre y en nuestra esencia como parte de nuestra persona y de nuestra historia… como parte de nosotros mismos. Algún día ella volvería a ser Isabella Swan como su madre y padre le habían planeado y yo volvería a ser Edward Cullen, como mi padre y madre me habían adoptado, por ahora solo adoptábamos temporalmente el que había sido mi apellido antes de mi transformación.

_Bella… a cenar hija._ le dije desde el marco de la puerta de su habitación, después de prepararle su comida favorita, ravioles con queso. Sus ojitos viajaron con un brillo especial desde su muñeca hasta mí.

_Siii!!!_ gritó mi pequeña entusiasmada saltando hacia mis brazos, la sostuve allí y la llevé a la cocina. Nuestra casa era modesta, Esme había hecho su magia en ella para que Bella se sintiera cómoda y confortable… ella era feliz en cualquier lado donde estuviera, su hogar era su pequeño lugar en el mundo y yo estaba agradecido de poder compartirlo con ella. Aún así, siempre que debía elegir una casa para instalarnos, la elegía sencilla y más bien pequeña… más que nada para no llamar la atención y pasar de ser percibida, no era apropiado elegir algo ostentoso y mucho menos en nuestra situación.

La senté en su silla alta de comer y le serví su plato rebosante con su alimento, yo no comía… mi dieta era diferente. El alimento de los humanos me parecía repugnante pero igualmente me servía un poco en un plato solo para aparentar ante ella que lo hacía, me llevaba una porción de la comida a la boca antes de escupirlo disimuladamente en la servilleta. Mi pequeña me imitaba a duras penas pero lo hacía… su pequeña manita temblorosa llevaba el su cuchara a la boca y una vez que lo hacía me miraba feliz, era sorprendente ver cuán rápido aprendía y que sagaz era.

Ella era una niña muy vivaz y astuta y le gustaba conocer todo. Por la noche antes de acostarse leíamos juntos… le gustaba mucho esa actividad, en su habitación habían montones y montones de libros de cuento y otras historias que todos los días leíamos. Siempre dedicábamos una hora al día para hacer alguna actividad entretenida y educativa para incentivar su inteligencia y creatividad.

_Buenas noches mi Bella…_ le dije besándola suavemente en la frente mientras la cobijaba esa noche.

_Papito… toca el piano, quiero mi nana._ me decía ya medio adormilada.

_Bien… pero prométeme que te dormirás._ le dije en un susurro antes de levantarme y ella asintió suavemente mientras sus pequeños parpados pestañaban pesadamente.

Me dirigí hacia el piano que se situaba en una de las esquinas de la sala y comencé a tocar su nana, una melodía suave y acompasada que había compuesto meses después que ella llegó a mi vida.

Esa como todas las noches no dejé de tocar hasta escuchar su suave respiración y el retumbar tranquilo de su corazón. Pude ver sus tiernos sueños en mi mente… soñaba con hadas, conejos y también mi rostro se aparecía en sus sueños alternadamente, me reía con lo inverosímil de sus sueños yo… un vampiro conviviendo alegremente en ese dulce mundo de fantasía, el mundo de los sueños de mi Bella.

Me encaminé hacia la habitación de mi niña y me arrodillé a su lado, dormía placidamente y la envidié por no poder soñar y dormir de esa manera como lo hacía ella… se veía tan pacifica, el mundo entero se detenía al verla con esa paz, me olvidaba de nuestro aislamiento, de lo que extrañaba a mi familia, del desquiciado vampiro que la perseguía, de lo confusa que era nuestra relación mi pequeña hija humana y yo su papá vampiro. Como cada noche me acomodé en su mecedora, en la esquina de su habitación y la contemplé dormir,

_Papi… mira… conejo…_ decía susurrando dormida, en sus sueños yo perseguía un lindo conejo blanco entre los árboles del bosque bajo el luminoso cielo y ella reía. Reí yo también.

_Si Bella… duerme mi niña_ le dije sonriendo.

Mientras su linda sonrisa colmada de paz y ternura seguía en su rostro me dediqué a susurrarle su canción de cuna, su favorita… la que una vez, una noche tormentosa de invierno había compuesto para ella, para dejar los miedos afuera y apaciguarse con mi voz.

Así, esa como la mayoría de las noches fue tranquila, no tuvo pesadillas ni tampoco se despertó llorando, como lo hacía otras noches. Esa era su reacción luego de un susto o una tormenta, pesadillas turbulentas surcaban su mente y yo apresuradamente la tomaba entre mis brazos para calmarla. Pero esta noche fue tranquila… los malos sueños se mantuvieron a raya y pudo dormir feliz, conmigo velando sus sueños, su centinela, su guardián… su padre.