Capitulo 11: Pidiendo perdón

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TEMPRANO!! otra vez jaja!! Esto se esta convirtiendo en costumbre... uggg. Mis niñas, les dejo el capi... lo que todas pidieron, espero que les guste y si es así me dejan mucho lindos comentarios... las amo y lo saben, gracias por siempre estar!!! Una cosita, en dos semanas me voy de vacaciones... asi que no voy a poder actualizar muy seguido, no quisiera dejarla colgadas con la historia, pero bueno... me toca viajar con mis pequeños. Algo seguro actualizaré, no sé muy bien qué pero algo seguro, igual yo les avisaré, todavía falta dos semanas! Nos vemos... COMENTEN!!!

Capitulo 11: Pidiendo perdón

Que incrédulo haber podido pensar que el tiempo iba a ayudarme a olvidar, qué semejante mentira me había inventado a mí mismo al tratar de ponerme una venda en los ojos para no pensar en ella… pero claro, a pesar de que lo trataba tan impetuosamente, mi mente me traicionaba evocándola hasta en mis sueños.

Incrédulo, iluso, creí poder pero no había sido capaz de suprimir su rostro de mi mente, su toque de mi cuerpo y su olor de mi propia piel… ella estaba tan presente como una espina en mi corazón, recordándome mi propia debilidad.

Los días pasaron, tormentosos y dolorosos al principio, aunque las noches eran peores… Mis quehaceres como sacerdote habían logrado su propósito, alejarla de mi mente, al menos en las horas de trabajo. Los niños, tan demandantes y rebosantes de alegrías llenaban esas horas vacías con risas y juegos… me sentía mejor junto a ellos, a decir verdad solo por esas horas mi corazón se mantenía calmo y tranquilo, con una paz momentánea pero agradable mientras duraba.

Las noches eran más difíciles, no solo porque me costaba sumirme en sueños ya que era castigado por recuerdos de nuestros furtivos encuentros, sino también porque al dormirme… la soñaba, tan presente, tan nítida y real que a veces me despertaba pensando que tal vez ella había estado realmente allí… pero no eran más que sueños, ¿cómo podía ella hacerlo?... ridículo pensar que esa hermosa mujer pudiera estar conmigo en el mismo cuarto mientras yo pensaba que solo era un sueño. Me despertaba agitado y sudoroso la mayoría de las noches, frustrado y cansado de despertar siempre con la misma consecuencia… mi cuerpo reaccionaba a sus toques en mis sueños y eso lo hacía todo aún más vívido y más doloroso, mi cuerpo tembloroso y casi al borde del deseo… tan excitado y anhelante como la ultima vez que la vi, casi siempre con una dolorosa erección entre mis piernas. De esa manera todas las mañanas lograba levantarme de la cama, insatisfecho, avergonzado y frustrado. Comencé a admitir que la necesitaba, más que nunca tal vez… necesitaba descargarme y saber de una buena vez si lo que sentía por ella era solo deseo, solo esa lujuria ardiente que parecía quemar, necesitaba solo eso… tenerla entre mis brazos para saber si podía haber algo más entre ella y yo, algo genuino y autentico que no era precisamente regido por el placer físico.

Había pasado ya más de una semana desde que la había visto por última vez y su recuerdo, aunque resultaba increíble, parecía aferrarse cada día con más fuerza en mi mente. ¿Qué me había hecho esa mujer?... ¿qué clase de brujería o encantamiento tan poderoso había hecho sobre mí?.

Esa tarde me encontraba en mi oficina reviendo unos documentos, uno de los niños del Hogar iba a ser adoptado y personalmente tenía que cerciorarme que la familia que lo recibiera fuera lo suficientemente apropiada para él. El historial de la familia parecía intachable, el esposo era un comerciante exitoso y la mujer una madre y esposa dedicada a su hogar… al parecer habían tenido varios intentos ya para concebir un segundo hijo pero la naturaleza es a veces injusta con quienes sí quieren traer niños al mundo con el propósito de cuidarlo y amarlo. Satisfecho con las buenas referencias, cerré el archivo de la familia de acogida, dándole el visto bueno.

_Perdón padre_ dijo Benjamin asomándose por la puerta, él era uno de los niños monaguillos que me ayudaba con ciertas tareas de la Iglesia _...hay alguien que lo busca por teléfono, creo que es su hermana._

_Gracias Ben…_ me sentí feliz al tener noticias de mi familia, era vigorizante saber de ellos después de una larga semana, tomé el teléfono de mi despacho y la saludé con la alegría evidente en mi voz…

_¿Alice?..._ ella soltó un pequeño gritito como respuesta _que alegría que me llamaras…_

_Hola hermanito!, si mahoma no va a la montaña, la montaña…_

_Va a mahoma, lo sé…_ concluí con su frase _lo siento, es que estuve muy ocupado con las cosas de la Iglesia y del Hogar,_ le dije sintiéndome algo culpable de no haberlos llamado ni un minuto en toda esa semana.

_Lo sé, es que mamá estaba algo ansiosa por saber cómo estabas, pero al mismo tiempo no quería interrumpir tus deberes…_ se escuchó una risa de fondo así que pensé que no estaba llamando de casa…

_¿Alice esta Esme allí?_ pregunté curioso…

_¿He?... no, Esme esta en casa yo estoy en el hotel con Ángela_ …de repente sentí como se formaba un peso muerto en el estómago, algo me decía que si Ángela estaba allí, tal vez ella aún estaría…

_Ah… que bien_ no sabía como continuar, si preguntaba directamente por ella sería muy evidente y Alice era buena en saber lo que sucedía _ ¿se quedó en la ciudad a conocer?..._

_Si, ella y Bella aún están aquí en Seatlle… no se cuando se irán, al parecer James quiere quedarse un poco más…_ fruncí el seño pensando en algún James que hubiese conocido en la boda, pero nada…

_Mmm ¿James?.._ pregunté casualmente

_Si, el novio de Bella… aunque ella dice que es solo un amigo. Ojalá yo tuviera un amigo que me trate como él la trata a ella con esos besos y…_

En ese momento dejé de escuchar, el murmullo de Alice en mi oído me decía que aún seguía sosteniendo el teléfono y que aún ella me hablaba pero, mi mente no era capaz de procesar nada más… ¿Novio?...

¿En que mundo creí vivir durante todo este tiempo?... sin duda en uno en el que creí que las mujeres hermosas como ella no podían tener alguien que las amara, en un mundo egoísta en el que creí que solo yo había sido dueño de esa boca y en el que solo yo podía hacerla sentir del modo en que se sintió conmigo. ¿Qué tan idiota y egocéntrico había sido?... mucho, demasiado, tanto y lo suficiente como para casi volverme loco cada noche, cada madrugada en la que la veía en mi sueños tocándome, besándome y hasta gimiendo mi nombre… estupido,

Un sentimiento extraño que nunca antes había sentido comenzó a florecer en mí, tragué en seco pensando en aquel que había tocado la misma suave piel que yo toqué, que había aspirado el mismo olor, que había besado los mismos labios… cerré los ojos ante las imágenes de otras manos tocándola y gruñí, mi mano estaba a punto de romper el tubo del teléfono por la fuerza que ejercía en él.

_¿Edward?... ¿estas ahí?..._ la vos asustada de mi hermana me sacó de mi aturdimiento, más tarde sería hora de luchar contra los fantasmas…

_Si… Alice, estoy aquí_ mi voz salió áspera y cabizbaja, no quería que mi hermana se alarmara… _mándale saludos a todos allí, a mamá y papá… a Emmett y Rose si llaman_

_Si… les diré, ¿Edward?_ se oía meditabunda

_¿Qué Alice?_ mi voz se estaba quebrando, quería colgar el teléfono y gritar… y que el mismísimo cielo me oyera,

_Lo siento…_ luego de esas dos palabras escuché el tono del teléfono, Alice me había cortado.

Necesitaba salir de allí, debía hacer algo, debía encontrar un lugar donde pudiera pensar y de una buena vez por todas sacarme a esa mujer de la cabeza, ¿qué me estaba pasando?... me comportaba como si eso me importaba cuando no debía ser así. Ella se había divertido, se había refugiado en mis brazos a falta de otros, y yo como un estupido inexperto había caído en su hechizo, maldita la hora en que la conocí… maldita la hora en que me enamoré de ella de una manera endemoniadamente enloquecedora… pobre iluso eres Edward Cullen.

Me levanté de mi asiento y caminando rápidamente abrí la puerta de mi despacho de un solo golpe, necesitaba aire…

_Padre Edward…_ Benjamin trató de decirme algo, pero sin mirarlo lo interrumpí…

_Ben cuida la Iglesia, debo salir…_ no me quedé a esperar su respuesta. Salí de la Iglesia bajando las escaleras hasta llegar a la soleada vereda, la calle estaba atestada de autos y de gente que iban y venían de manera apresurada, me confundí entre ellos y comencé a caminar. Pude ver rostros que giraban a mi paso, me saludaban pero yo no encontraba mi voz para devolverles el saludo, mis ojos estaban nublándose de la rabia, la ira y la impotencia… había caído como un niño al que se le ofrece un dulce para calmar sus berrinches, tan fácil y de manera tan arrebatada y no pude evitar sentirme sucio, asqueado, dolido y más que nada herido por una mujer a la que no le importé nada, solo fui un hombre ante sus ojos, un hombre para seducir… para satisfacerse, para calmar su lujuria, pero no para amar.

Llegué hasta un parque en el que varios niños estaban jugando en los columpios, me dejé caer en un banco y sostuve mi cabeza con ambas manos y con mis codos apoyados en mis rodillas, varias imágenes que quería reprimir de mi mente en ese momento vinieron a mi mente… sus besos, sus palabras, sus frías manos entre las mías, la primera vez que la vi en el altar de la Iglesia, sus manos en mi cuello acariciando mi nuca, su centro húmedo preparada para mí… efectos y reacciones que no me pertenecían, que eran de alguien más, alguien que compartía su vida, alguien que en un momento deseé ser yo.

No sé cuanto tiempo estuve en esa posición, sentado en ese banco del parque viendo a los niños reír y jugar sin problemas de qué preocuparse, con sus almas tan puras y joviales… Solo supe que se había hecho realmente muy tarde por los pequeños puntos luminosos que comenzaban a adornar el cielo, había estado toda la tarde allí, sin ningún propósito en especial más que olvidar y tratar una vez más de juntar los pedazos de mi persona para salir de allí lo más integro posible y con la dignidad más o menos alta, debía pedir perdón por mi desliz así que había decidido, que para cerrar esta historia y darle un punto final, debía confesarme, purgar todos mis pecados, mis sucios pensamientos y debía hacerlo lo más pronto posible… decidí que me confesaría con el padre Marcus al otro día, tomaría mi penitencia gustoso y con el tiempo este incidente podía llegarlo a olvidar…

Me levanté de ese banco a regañadientes y miré la hora de mi reloj, había pasado seis largas horas sentado en un banco, en esa plaza cerca de la Iglesia. Comencé a caminar con mis piernas ya entumecidas por el frío y noté que había comenzado a llover muy suavemente, mis ropas se mojaron pero no me importó. No me tomó mucho tiempo llegar a la Iglesia, iluminada por dentro y por fuera era hermosa y se mostraba en todo su esplendor… al entrar por las puertas grandes que aún permanecían abiertas por algún transeúnte aletargado, me dirigí hacia el altar, toqué el suelo con unas de mis rodillas pidiendo perdón por mi flaqueza y debilidad y me levanté para irme a cambiar las ropas a mi habitación. Al salir hacia el corredor que me llevaría a las escaleras me encontré a Benjamin que aún andaba por allí, debí temer que él no saldría de allí ante mi ausencia,

_Padre… al fin volvió…_ me dijo aliviado, _mucha gente preguntó por usted hoy, Padre Edward olvidó que hoy era día de confesiones…_ en verdad lo había olvidado, los días de confesiones para los fieles eran dos días a la semana y hoy era uno de esos días…

_Lo siento… me olvidé_ le contesté enredando mi cabello entre mis dedos, _Cualquier cosa ya bajo, estaré en mi habitación cambiando mis ropas_

_Si Padre… hay una mujer que desea confesarse, estuvo esperándolo desde hace una hora más o menos_ me dijo mientras yo comenzaba a caminar,

_Dile que mañana vuelva, que entonces la confesaré…_ estaba muy cansado y lo único que quería hacer era terminar las tareas parroquiales y encerrarme en mi cuarto a dormir y descansar, ni siquiera estaba interesado en cenar.

_Padre ya se lo dije en vista que usted no venía, pero no ha querido retirarse…_ en verdad parecía ser de esos días, pero entonces recordé el por qué estaba allí…estaba para servir a la gente por sobre todas las cosas, así que me guardé mi cansancio para otro momento y me apresuré a ir a mi habitación para al menos cambiarme mi suéter empapado. En menos de cinco minutos estaba de vuelta a la puerta de la parroquia, Benjamin aún estaba por allí… gentilmente le pedí que se fuera ya que seguramente su familia debía estar ya muy asustada.

Entré al altar y me dirigí hacía el cubículo de confesión, la mujer ya se encontraba allí esperándome… pude verla arrodillada con el rostro vuelto hacia la ventanilla. Sin muchas ganas me adentré en el cubículo cerrando la puerta y me senté en el mullido asiento que se encontraba dentro, solo iluminaba el pequeño lugar la tenue luz que entraba por las rendijas de la ventanilla del confesionario, no podía ver quién estaba del otro lado… solo una suave sombra y su perfil era lo único que alcanzaba a distinguir entre los aces de luz.

_En el nombre del Padre… del Hijo y del Espíritu Santo…_ comencé con mi discurso habitual,

_Amen…_ susurró suavemente la otra persona, algo en mí se sacudió al escuchar ese suave susurro… no pude apreciar bien qué fue porque tan solo un momento después lo supe…

_Padre… he pecado,_ dijo un hilo de vos, pude sentir el miedo y la vergüenza en sus palabras…

_¿Estas arrepentida de tus pecados?..._ pregunté hacia la ventanilla de pequeñas rendijas, esperé por su respuesta pero parecía no querer hablar, algo la había detenido,

_No…no me arrepiento de nada, pero deseo obtener tu perdón…_

Entonces las fichas cayeron todas juntas, miré la ventanilla como si fuera capaz de ver algo, me acerqué creído de que podía sentir su aroma desde esa distancia, traté de enfocar la vista en las rendijas y solo alcancé a ver una pequeña nariz y unos labios temblorosos, su pelo cubría su rostro como una cortina,

_¿Qué perdón?..._ susurré saliéndome por completo del texto ya estructurado del momento de la confesión, esa mujer me llamaba como solo una lo había hecho antes, pero no podía estar tan loco y mucho menos podía ser una alucinación… ¿o si?

_Quiero pedir perdón por… haberme enamorado_ susurró sobre la ventanilla, su frío aliento se colaba entre las rendijas y chocaban en mi rostro aturdiéndome, excitándome, reaccionando ante ella…mi cuerpo entero la pedía, la clamaba.

_Quiero pedir perdón por amarlo de manera tan enloquecedora y dolorosa, por haberlo tentado y haberlo hecho flaquear en su fe_ en ese momento a penas si podía continuar hablando, solo quería escuchar su dulce voz. Levanté mi mano hasta que la palma y todos mis dedos extendidos tocaron la ventanilla que nos separaban ella hizo lo mismo… nuestras manos se alinearon separadas solo por el fino material,

Un regocijo que sabía que no debía ser, llenaba mi pecho. Unas ansias locas de salir de allí y pararme frente a ella para afirmar mis sospechas, para tirar todas mis dudas abajo, para tenerla entre mis brazos una vez más y estrechar como todas las noches anteriores había soñado.

Tuve que hablar, si no lo hacía iba a ser capaz de hacer lo que mi mente y mi corazón pedían a gritos.

_¿Y si él no se arrepiente de nada?_ le dije con una sonrisa bailando en la comisuras de mis labios, si ella se estaba confesando ante mí, yo podía hacer lo mismo con ella… devolverle las mismas gentilezas…

_No merece sufrir por mi culpa, soy un alma muy atormentada y él no necesita más problemas, suficiente tiene con cargar sus propias culpas… yo solo quería pedir perdón, solo…_ suspiró profundo antes de proseguir _solo quiero que él sepa que lo amo, con locura y que solo de eso no me arrepiento, jamás lo haré_

No necesite más… ella lo había confesado. Me acerque más a la ventanilla que nos separaba y hablé claro…

_Ven Bella…_ solo pude sentir que su respiración se había acelerado y que se levantaba nerviosa para cumplir con mi pedido. Abrí levemente la puerta del confesionario como una invitación para entrar…

Si ese era el precio a pagar por ella, pues... ya más tarde lidiaría con mis propios pecados, con mis propias culpas, pero de algo estaba muy seguro, jamás me arrepentiría de lo que estaba a punto de hacer, jamás.