Capitulo 15: Insaciable locura

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Amigas!! Nuevo capi... luego me dicen sus teorías, que pasará??. Gracias a todas por sus saluditos y regalitos, las amo... sin palabras y solo agradecimientos. Ustedes son mi insaciable locura, besos y abrazos. COMENTEN!!!

Insaciable locura

La dejé ir.

Apretando mis manos a mi costado y con una sonrisa dolorosamente fingida, entregándole mi vida con las últimas palabras… la dejé ir. El Mercedes negro arrancó y se perdió en la oscuridad de la noche y ella, arrancándome el corazón del pecho, se fue llevándoselo consigo.

¿Qué me había pasado?, ¿en qué momento de mi vida me autoconvencí que jamás iba a caer en las redes del amor?... oficialmente Edward Cullen eres un iluso, idiota y un estúpido hombre enamorado. Una sonrisa tonta se instaló en mis labios, retorné a la Iglesia y curiosamente no sentí culpa ni remordimiento al mirar hacia el altar, supe en el fondo de mi corazón que si esto era parte de mi destino, no debía renegar de ello. La vida me estaba mostrando una nueva forma de amar, de serle fiel a mis palabras, a mis sermones y a la palabra del Señor… estaba descubriendo que se podía cumplir con los preceptos de la Iglesia de maneras poco convencionales de todas formas. Amar por sobre todas las cosas… Solo esperaba que quienes debían entenderlo, lo hicieran.

Al llegar a mi habitación, su aroma impactó en mi nariz de manera tan avasalladora que cerré los ojos tratando de difuminar la idea repentina que me había venido a la cabeza, correr detrás de ella. Las sabanas revueltas de mi cama, eran una clara evidencia de lo que en esa habitación había ocurrido momentos atrás… sonreí ante el hecho de haber compartido minutos antes, mi cama con la mujer más hermosa que hubiese pisado la faz de la tierra… ella era eso y mucho más, era quien me había robado, sin contemplaciones, mi corazón. Era Bella y la había tenido conmigo por esa noche y si todo salía bien, la tendría por el resto de mis días.

Dormí apaciblemente, era la primera noche después de muchas de tormento, que podía cerrar los ojos sabiendo que al próximo día me levantaría agradeciendo el sol de cada mañana, porque pronto… pronto la tendría conmigo. Por primera vez por varios días pude soñar sin remordimientos ni frustraciones, porque esta vez había sido real… su piel sobre mi piel, su aroma en mi cama, sus ojos de topacio y su boca color carmín era todo lo que necesitaba por las noches y no solo era una fantasía, había sido real… ella me pertenecía.

El primer día pasó lento y tortuoso, sin inconvenientes pero con una ansiedad que me mataba, sabía que había vuelto a él, que tal vez debía cumplir con sus obligaciones de amante y novia de ese hombre que… por más que me doliera estaba al lado de mi más preciado tesoro. Así y todo tenía la esperanza que tan pronto hablara con él, pudiera hacerlo comprender y dejarlo para que al fin podamos estar juntos… ¿desde cuándo me había vuelto tan egoísta?, desde el mismísimo momento en que me enamoré de ella.

La noche fue un nuevo sufrimiento… el crepúsculo, como siempre, me borró la sonrisa de los labios y me sumió en la penuria de aquellos días en los que estuve sin ella.

Las misas y retomar las confesiones fueron lo más difícil… me costaba trabajo poder concentrarme cuando todo me recordaba a ella, el confesionario… las mujeres que, con sutiles detalles, me la recordaban… aunque jamás podrían superarla, ella era única.

Ya a la noche me era difícil no revisar el teléfono o mirar por la ventana buscando su cabellera castaña, varias veces me sorprendí a mi mismo levantar la cabeza en plena misa… buscándola. ¿Acaso era muy estúpido de mi parte esperar que ella me llamara al menos?, anhelaba oír su voz,… sentirla cerca al menos de esa manera, pero sabía que debía mantener la calma y esperarla, ella me llamaría o trataría de ponerse en contacto conmigo cuando se encontrara preparada, solo esperaba que no tomara demasiado tiempo… no creía poder estar sin ella por mucho tiempo más.

Para el segundo día…

Estaba sentado en mi oficina revisando los documentos que me habían traído desde la Casa Hogar, dos niños más estaban en trámites de adopción y debían cerciorarse bien todos los aspectos relacionados con estas acciones, dar un niño en adopción significaba el encuentro de sentimientos de ambivalencia para quienes los cuidábamos, ya que no solo nos sentíamos contentos y felices de poder darle la posibilidad a un niño de tener una familia, también nos entristecíamos de sobremanera por su partida…

Luego de cerciorarme que los papeleos estaban en regla me dirigí hacia la oficina de mi mentor, el Padre Marcus me esperaba para concluir con los temas burocráticos de ambas adopciones.

_Padre Edward… que bueno tenerlo por aquí_ me recibió mi mentor al abrir la puerta de su despacho, estrechamos las manos amistosamente y me senté en la silla que él me ofrecía.

_He oído muy buenos comentarios de quienes visitan tu Iglesia Padre Edward…_ murmuró luego de que ambos tomáramos asiento _sabes administrarla muy bien, los fieles están orgullosos de ti y yo… bueno, siempre supe que lo harías bien pero, solo “bien” no es la palabra que precisamente yo diría._ asentí con sus palabras sonriendo. Realmente lo hacía bien, esa era mi especialidad dentro de la Iglesia y mi tarea dentro de la comunidad Eclesiástica, organizar, dirigir y ayudar… buenas virtudes que había heredado de mi padre, sin embargo… no era bueno para hacerlo mientras toda mi atención estaba últimamente dirigida a otra persona, precisamente a la mujer de mi vida. Eso removió mi conciencia, hacer bien las cosas implicaba ser fuerte ante las tentaciones y eso yo no había logrado hacerlo.

_Gracias Padre… simplemente he seguido todos sus consejos y me he apegado a mis obligaciones_ respondí vacilante. Por un momento… solo por un momento, estuve a punto de pedir confesión, de contar todos mis pecados pasados… todo lo que había sucedido desde ese día en la boda de mi hermano hasta hacía dos noches en mi cama.

_Tus padres deben estar muy orgullosos de ti, te felicito_ definitivamente decidí no confesarme… El padre Marcus continuó con su tarea de supervisar la Casa Hogar, yo simplemente me aboqué a no pensar en las palabras del padre Marcus y no caer en el arrepentimiento y la culpa… que a pesar de todo eran sentimientos que jamás sentiría por Bella.

Iba dirigiéndome a la salida del Hogar cuando sentí unos pequeños pies corriendo detrás de mí, al voltear Jacob venía agitando sus manitos hacia mi dirección llamándome. Me agaché para quedar a su altura y poder hablarle mejor, cuando llegó frente a mí observé que se encontraba afligido por algo, parecía enojado

_Padre… ¿ya se va?_ preguntó con su respiración agitada a causa de su carrera

_Si… solo vine a dejar unos papeles al Padre Marcus, ahora dime Jake… ¿cómo estás tú?_ le dije al pequeño que tenía frente a mí, él pareció pensar su respuesta por unos segundos…

_Yo… tengo un problema, Padre… ¿puedo hacerle una pregunta?_ sus mejillas en seguida se tiñeron de un rojo intenso

_Dime Jake_ dije distraídamente

_mmm… verá, ¿alguna vez estuvo enamorado?_ su voz era apenas un susurro. Su pregunta me tomó desprevenido y aunque yo ya conocía la respuesta dudé en decírselo, su carita implorante me decía que su problema tenía que ver con eso así que decidí ayudar con mi respuesta más sincera,

_Si… una vez estuve enamorado… si a lo que te refieres es a una chica_ él sonrió ampliamente y se acercó a mí en un gesto confidente,

_Me gusta mucho Emiliy…_ dijo en un susurro apenas audible _pero ella no quiere ser mi novia_ terminó afligido

Si el dolor de un niño fuera tan grande como el de un adulto al ser rechazado el mundo estaría perdido. Me acerqué e él del mismo modo confidente y le respondí lo mejor que pude, teniendo en cuenta mi poca experiencia con las mujeres…

_Haz cosas bonitas para ella, dibújale, esculpe esas pequeñas figuras en madera como tú sabes hacer, escríbele cosas lindas y ella algún día accederá. Solo ten en cuenta que se debe hacer todo paso a paso, es un trabajo muy tortuoso, pero al final vale la pena…_ cuando finalicé de hablar Jacob me miró como si hubiese hecho un nuevo descubrimiento y salió corriendo por el corredor,

_Adiós Padre…_ gritó a lo lejos _iré a hacer todas esas cosas!_

Mirándolo correr moví la cabeza sonriendo, Jacob me recordaba tanto a mí mismo, desesperados ambos por ellas, anhelado que nos aceptaran. Recordé entonces que Bella no se había comunicado conmigo para nada, ni una llamada, ni una carta, un correo… nada. No había sabido de ella en los últimos dos días y eso me angustiaba, ¿y si ese hombre al que llamaba novio le había hecho algo?, ¿si al querer dejarlo él habría tomado represalias?... me levanté del piso con esa nueva preocupación. Necesitaba saber de ella…

Tercer día…

Afuera llovía… y dentro mío también. Me había levantado con todo el optimismo cargado en el pecho. Tenía que dar con ella de alguna manera y ese sería el día, comencé llamando a casa, Alice sabría algo… sin embargo solo hablé con mi madre, en ninguna de las ocasiones Alice se encontraba en casa, eso era realmente frustrante…

No quise preguntarle nada a mi madre porque ella se preguntaría lo obvio… ¿qué hacía yo preguntando por la amiga de Alice, por bella?... si debía decepcionarlos no quería que fuera tan pronto.

La tarde fue más cruel que la mañana, la lluvia seguía cayendo y yo estaba aún más preocupado, más ansioso e insoportablemente más desesperado. Decidí llamar al Hotel en el que se encontraba Bella, allí me darían un poco de información… o eso pensé, después de casi rogarles e insistirles me dijeron que Isabella Swan y su novio habían informado que dejarían la habitación por horas de la tarde del otro día.

¿Tan desesperado y penosamente enamorado podía estar?... si, realmente lo estaba y hasta yo mismo me sorprendía por eso. Amaba a Bella con tanta locura que no me importó el hecho de que ella todavía estaba con él, ni que su silencioso rechazo había golpeado en mí como una bola demoledora, nada me importó… porque a penas corté con la recepcionista del hotel llamé al aeropuerto para sacar con urgencia un boleto para Seattle. Si tan desesperado como eso estaba… debía verla y debía hacerlo ahora…

Pedí permiso a la Casa Central alegando que solo iría a hacer un papeleo relacionado con unos temas familiares… feroz blasfemia, mentir se había convertido en mi más herramienta más útil.

Solo serían unas horas de ausencia así que dejé la Iglesia en manos del Padre Alec, que tan gentilmente me ayudaba cuando debía ausentarme. El vuelo salía a primeras horas de la mañana así que eso me daría tiempo suficiente para terminar de organizar los últimos papeleos para dejar todo en orden.

Cuarto día…

Miraba por la ventanilla del avión y observaba el gran cumulo de nubes grises que lo rodeaban, una gran tormenta se estaba gestando. Solo esperaba que no descargara toda su furia sobre nosotros en pleno vuelo, no quería morirme sin antes ver a Bella y besarla nuevamente. Me concentré en saber que decirle cuando la tuviera frente a mí… aunque sabía que apenas la vería se me olvidaría todo. Quería hablarle, oírla, sentirla, si era posible besarla y aún llevarla a algún lugar, como el hombre depravado en el que me había convertido, para amarla, para hacerla mía una vez más.

Al llegar al aeropuerto me apresuré a encontrar la salida y subir a un taxi, le di la dirección del Hotel y el auto arrancó hacia allí. La mañana era oscura, el cielo amenazaba con arremeter pronto y descargar toda su furia sobre la ciudad, yo solo quería llegar al Hotel sano y salvo para encontrar a mi amor… si el cielo se caía a pedazos a mi alrededor poco me importaba.

Más tarde si todo salía bien, iría de visita a casa de mis padres con una buena excusa del por qué estaba allí. Necesitaba hablar también con Alice y saber lo que ella sabía de todo esto, mi hermana podía llegar a ser muy intuitiva… pero estaba seguro que ella sabía más de lo que cualquier intuición pudiera provocar.

Al llegar al Hotel mi pecho se hinchó con una mezcla rara de felicidad y nerviosismo, me sentía como un adolescente de 17 años llegando a casa de la novia a buscarla por primera vez… solo esperaba que Bella quisiera recibirme.

Pregunté por ella en recepción y me dijeron que le avisarían, que ella se encontraba en la habitación, eso me hizo suponer que tal vez se encontraba sola, sin su… novio. _Señorita Swan, hay un hombre de apellido Cullen que lo busca en recepción…_ oi que decía por teléfono, sutilmente vi el numero de habitación al que le había marcado, la recepcionista pareció escuchar algo más y luego de un “Bien, gracias” colgó el teléfono.

_La señorita Swan dice que la espere unos momentos, que en momentos baja…_ le sonreí amablemente y caminé hacia el lobby. La gente entraba y salía del Hotel y los pocos empleados que por allí se encontraban estaban realizando sus tareas diarias. Esperé por unos cuantos minutos y al ver los ascensores abrir y cerrarse sin rastros de ella, caminé decidido para entrar en uno de ellos y dirigirme a su habitación.

Decir que me sentía como un ladrón o como un entrometido era poco, me avergonzaba de mí mismo por depender tanto de esa mujer, pero no me echaría atrás ahora que estaba a un paso de verla, jamás me echaría para atrás si se trataba de ella… lucharía y pelearía a muerte hasta con rabiosos lobos por ella, decir que la amaba era decir poco, decir que la necesitaba como el aire para respirar era quedarse corto.

Llegué a su piso, vacio y oscuro… solo unas pequeñas luces alumbraban las paredes posibilitándome ver los números de las habitaciones.

Estaba a tres puertas de llegar a mi objetivo cuando la vi salir, su rostro preocupado miraba el suelo y caminaba rápidamente por el corredor, me detuve para mirarla y de repente ella paró en seco, levantó la cabeza y me miró con una mueca de terror…

_Ed… Ward, no puedes estar aquí_ murmuró en un susurro, su vos era temblorosa y destilaba miedo, me acerqué a ella rápidamente pero Bella me esquivó caminando para atrás,

_Bella… vine por ti_ dije frunciendo el seño, actuaba horrorizada, como si no me conociera…

_Edward, vete_ dijo mirando hacia mis espaldas furtivamente, me di cuenta que fuera lo que fuera a lo que le temiera no era yo, no podía ser yo…

_Bella ¿a caso me temes?_ le dije con voz temblorosa, ella de pronto me miró y enfocó sus enormes ojos topacio en mí,

_No… no amor, solo… no deberías estar aquí_ dijo en un susurro. Me acerqué a ella, no había nada por qué temer, yo estaba con ella… yo la protegería de lo que fuera. Tomé sus mejillas con ambas manos y las acaricié con los pulgares, mi intención era que me mirara que se concentrara en mí, no en aquello a lo que le temía tanto,

_Te amo y estaré contigo pase lo que pase, ¿a qué le temes?_ ella me miró y en un suspiro bajo y profundo dijo un nombre “James”…

La sangre fluía en mis venas en un torrente de furia e impotencia, apreté los dientes tratando de contener el gruñido que amenazaba salir por mi garganta y mis puños de pronto necesitaron estamparse contra algo duro para separar la ira de mi cuerpo… con tan solo verla temiéndole a alguien y que ese alguien fuera precisamente el hombre que tenía la obligación de cuidarla hizo despertar los instintos de defensa dentro de mí.

_Dime por favor Bella, dime que no te hace daño…_ supliqué, ella me miró con su rostro desfigurado por el miedo y negó despacio. No le creí…

Mis manos incontroladas se ciñeron a sus hombros y mirándola a los ojos fijamente le volví a preguntar,

_Bella, ¿te hace daño?_ mi respiración se tornó pesada y dificultosa, con solo imaginar sus sucias manos en su piel me causó repugnancia. Ella permaneció callada, sus ojos revoloteaban del corredor a mis ojos, su miedo se reflejaba en ellos… me separé abruptamente de ella con la intención de ir en su búsqueda, a ella nadie le hacía daño. Pero cuando di un paso hacia su habitación, ella tomó mis mejillas y sus labios chocaron sobre los míos ferozmente… su desesperación en una mezcla exquisita con una poderosa pasión me invadió y logró calmar mis ánimos, solo apaciguar al animal que pugnaba por salir. Sentir su lengua buscando el calor de la mía era lo más excitante que me podía suceder, sus manos jalando de mí tomando mi cintura me arrastraban hasta dentro de un cuarto mientras que nuestros cuerpos se pegaban tratando de crear fricción y placer. La recargué sobre la puerta de la habitación y de repente olvidé mi respeto por las mujeres, mi caballerosidad… olvidé todo al besarla salvajemente como si en ello se me fuera la vida, como si besarla fuera el elixir que necesitaba para sobrevivir. Toqué todo de ella… mis manos recorrieron sin contemplaciones sus cimas erectas, su cadera que se agitaba contra la mía, su pequeña cintura cubierta con una delgada tela, sus muslos y nalgas… todo absolutamente todo de ella me llamaba a tocarla, mis manos lujuriosas no se detenían y las de ellas tampoco.

_Dime que no te toca como yo lo hago… dímelo_ dije sobre sus labios entre jadeos,

_Nunca, solo tú sabes donde tocarme_ gimió mientras mis dedos apretaban sus pezones hinchados _solo tú Edward, te necesito tanto_

Nos besamos una vez más lenta y tortuosamente con momentos de desesperado deseo e insaciable placer, no me importaba el lugar… mi necesidad por ella sobrepasaba los límites de la cordura y poco me importaba que su novio llegara y nos viera, aún mejor… aceleraría las cosas.

Solo una cosa queríamos hacer… amarnos, amarnos aunque nos tocara morir en el intento.